A pesar de las constantes críticas que recibe el sistema de salud de la Caja de Seguro Social, el principal hospital de la ciudad sigue siendo el Complejo Hospitalario Metropolitano, considerado la mejor opción en cuanto a calidad diagnóstica y tratamiento eficiente. Constantemente, las televisoras locales, al referirse a algún problema en la Caja de Seguro Social, suelen mostrar imágenes de los edificios de este hospital, lo que induce a pensar que los problemas son inherentes a él. Sin embargo, la realidad es distinta: la mayoría de los pacientes hospitalizados en este centro salen con sus problemas resueltos, aunque pocos expresan públicamente su satisfacción. De hecho, son numerosas las buenas noticias que se generan diariamente en este hospital. Un ejemplo es la cantidad de niños que nacen en este centro, de los cuales el 98% sale sano a su hogar, al igual que muchos prematuros que, a pesar de pasar largo tiempo en incubadoras, regresan a casa con una sonrisa.
Este escrito fue inspirado de manera casual por dos historias de conductores de Uber que estuvieron recluidos en el hospital y que ahora sirven a la comunidad como ciudadanos ejemplares, tras recibir cuidados médicos delicados. El primero es un joven de 28 años, abogado de profesión, que nació prematuramente a las 29 semanas en el complejo hospitalario y estuvo en la sala de neonatología durante dos meses y medio, tras lo cual salió del hospital en buenas condiciones de salud. El segundo caso es un señor de 58 años que sufrió un accidente de tránsito a los 35 años, resultando con un trauma craneoencefálico; permaneció en coma durante ocho semanas, recibió tratamiento neuroquirúrgico y estuvo en una unidad de cuidados críticos antes de ser transferido a la sala de neurocirugía, donde permaneció por tres meses.
Así, muchos ciudadanos de Panamá, en algún momento, hemos estado cerca de este hospital: allí nacieron nuestros hijos, allí nos operaron de apendicitis aguda, allí llevamos a la sobrina que se quebró un brazo, allí hospitalizaron al tío que se cortó el pie trabajando y salió muy bien, y allí también estuvo la abuela con una neumonía severa, quien, tras dos semanas, pudo regresar a casa. La sala de espera del quirófano se llena diariamente de familiares ansiosos, esperando la buena noticia de una cirugía exitosa de su ser querido. Son múltiples los ejemplos positivos que este hospital brinda a la comunidad a diario, y es injusto que, por algunas fallas, generalmente administrativas, se le juzgue negativamente.
Es trágico, entonces, ver cómo se ha dejado este hospital en el abandono, intencional o no. El deterioro progresivo de su estructura física y administrativa, junto con cambios improvisados en el modelo de atención, inicialmente basados en la pandemia pero que empeoraron tras ella, con el desordenado retorno de algunas especialidades médicas, es evidente. La falta de insumos y el escaso mantenimiento han sido constantes, dificultando cumplir con las exigencias de una atención digna para los asegurados.
Paralelamente, se han trasladado servicios, equipos y personal a la Ciudad de la Salud, en detrimento de la atención local, con el fin de justificar su rápida apertura; esto se aleja de su concepción original, que era formar personal y estructurar un ente superior bien planificado, con un alto nivel de atención en salud. El edificio antiguo del complejo hospitalario, con 62 años de antigüedad, tiene muchas áreas en desuso, abandonadas a pesar de que los pisos superiores siguen albergando salas de hospitalización. Hace unos siete años se solicitó a la Universidad Tecnológica de Panamá una evaluación de la viabilidad del edificio; la UTP realizó los estudios, pero aún desconocemos sus resultados.
Lo cierto es que el principal servicio de Urgencias sigue funcionando allí, con muchas dificultades. Este hospital es el que más ingresos y egresos diarios de pacientes tiene, ofreciendo una calidad de salud aceptable. Requiere de una atención urgente para obtener un diagnóstico preciso que permita llevar a cabo una reorganización médica y administrativa planificada, una reestructuración física y funcional, además de la dotación de insumos esenciales para que cumpla con mayor eficiencia la atención de salud que los asegurados merecen, mientras se define con alta planificación el rol de la Ciudad de la Salud.
El autor es médico
