Muchos de nosotros, cuando éramos niños, escuchamos de nuestros padres un famoso cuento de mucha enseñanza titulado El nuevo traje del emperador, cuyo autor Hans Christian Andersen publicó en 1837. Y es que este cuento, a pesar de ser algo antiguo, es muy actual y lo vemos reflejado en muchas situaciones contemporáneas.
El cuento trata de un emperador que le encantaban los trajes y contrató dos sastres para que le hicieron uno. Los pillos propusieron hacer un traje con una tela invisible que solo podrían ver las personas inteligentes y dignas. El emperador, al dársela de persona culta y sabia y, por supuesto, amante de los trajes, aceptó el contrato y pagó gran suma de dinero por el mismo. Y sin más esperar, fue vestido con el traje de tela invisible, abrochado con todos los botones invisibles y llevado a desfilar semejante atuendo por todas las calles de su reino. Tanto los sastres como los ministros y el mismo emperador hacían halagos del hermoso traje. Fue más el orgullo de querer aparentar lo inteligente, culto y sabio que cada uno se creía a sí mismo, que solo un niño inocente, pero con la verdad en sus ojos, gritó: “el emperador está desnudo”.
Y es que este pequeño cuento se ve plasmado estos últimos días, cuando el presidente de la República hace alarde del “buen gobierno” que está desempeñando.
Escuchamos en el informe a la nación del presidente, y en el que percibimos más dudas que respuestas, muchas inversiones de millones de dólares, pero que a los ojos del pueblo no se ve reflejado. Y este informe es en base a los resultado que cada ministro le proporciona al presidente y él lo trasmite al pueblo. Vemos cómo se ve reflejado el cuento de Hans, donde unos funcionarios le dicen algo al presidente y este se lo cree y lo trasmite al pueblo. Como el decir que fue un año récord en tema de seguridad cuando el año anterior fue mejor. O como anunciar con bombos y platillos muchísimos kilómetros de carretera asfáltica, pero las calles en cualquier lugar están en total abandono, donde incluso ya tenemos víctimas fatales en accidentes de tránsitos por malas maniobras al esquivar un hueco. ¿Será que las calles nuevas son invisibles y solo la ven las personas allegadas al gobierno?
De igual manera, días después del informe a la nación, pudimos escuchar en una reunión al contralor de la República afirmar que toda la gestión se ha hecho sin corrupción y sobrecostos. ¿Será que los ventiladores y el hospital modular no tuvieron sobrecostos? ¿Será que el desorden del Ifarhu es ataque político y todo se hizo correctamente? Funcionarios convenciendo directamente al presidente de lo hermoso que es el Gobierno, como convencieron aquellos sastres al emperador para que se pusiera el hermoso traje que nunca existió.
Y es que, lamentablemente, la camisa del traje del presidente se ve manchada de escándalos de corrupción. Tiene botones de nepotismo donde las instituciones nombran funcionarios allegados a los líderes de cada circuito. El presidente usa una corbata de favores políticos y favores de donantes de campaña que en muchas ocasiones pareciera que ahorcan al gobernante para que los favorezca en sus decisiones.
El traje del presidente tiene una correa floja que no aprieta bien los pantalones para poner un alto a tanto desorden de corrupción y poner a un lado a los funcionarios que son incapaces de cumplir con la tarea encargada.
Lo único bueno del traje es la banda presidencial que tiene los colores de la bandera y bordado el escudo nacional, que es una luz de esperanza de que Panamá es más grande que cualquier dificultad.
Urge que el presidente se quite ese “falso traje de buen gobierno” que tiene y mire esa banda presidencial que lleva puesta y pueda dar un giro a la forma de gobernar, por el bien de todos.
El autor es trabajador independiente

