Cuando el periodista veragüense Ignacio “Nacho” Valdés acuñó la frase “Panamá, Puente del Mundo, Corazón del Universo”, no se equivocó. La privilegiada posición geográfica del país ha sido clave para convertirnos en epicentro del tránsito de mercancías y personas. Basta con observar los ingresos que genera el Canal de Panamá, el hub de las Américas que opera Copa en el Aeropuerto de Tocumen o la Zona Libre de Colón. Si sumamos los negocios derivados de estos tres pilares, no sorprende que Panamá se haya mantenido entre las economías de mayor crecimiento en el continente durante la última década.
Sin embargo, con una tasa de desempleo que ronda el 9%, es urgente generar nuevas fuentes de trabajo. Y aquí enfrentamos una realidad preocupante: una creciente oposición a casi todo proyecto que se proponga, incluso cuando apenas se menciona.
El Canal de Panamá operó, entre 2023 y mediados de 2024, muy por debajo de su capacidad debido a los bajos niveles del lago Gatún. Aunque la situación ha mejorado, no podemos olvidar que la escasez de lluvias podría volver a afectarnos. Para evitarlo, se ha propuesto construir un embalse en el río Indio, pero ya hay grupos ambientalistas —y otros con intereses menos claros— que se oponen abiertamente.
También está el proyecto del Puerto Barú, que ha sido blanco de críticas y divisiones.
Otro caso es el de Minera Panamá, cuyas operaciones se encuentran detenidas desde 2023 tras intensas manifestaciones. Visto en retrospectiva, da la impresión de que muchas protestas no fueron contra la mina en sí, sino contra la gestión del gobierno anterior. Como resultado, se perdieron más de 50 mil empleos directos e indirectos, además de cientos de millones de balboas para el país.
Hace unos días, medios locales informaron que la Secretaría Nacional de Energía apenas estaba explorando la posibilidad de extraer petróleo y gas en alta mar, al norte de la provincia de Colón. Solo ese anuncio desató una nueva avalancha de críticas y rechazos.
Aunque la economía muestra señales de recuperación, el desempleo sigue siendo un desafío central. Todos los proyectos mencionados podrían convertirse en motores del crecimiento económico, pero todos —sin excepción— enfrentan oposición. No hay duda de que entre los críticos hay ambientalistas genuinamente preocupados. El problema es que a esas protestas legítimas se suman grupos con otros intereses, que aprovechan la coyuntura para generar caos.
Nos estamos convirtiendo en un país que dice “no” a todo proyecto de desarrollo, ignorando que en el mundo sí es posible construir un puerto, embalsar un río o extraer cobre y petróleo con medidas de mitigación, compensación de impactos y programas de regeneración financiados con los propios ingresos que generan los proyectos.
El futuro económico del país y la generación de miles de empleos están en nuestras manos. Aprendamos a distinguir entre protestas ambientales auténticas y aquellas que obedecen a intereses ajenos al bienestar nacional.
Panamá depende de ello.
La autora es abogada.
