“El parto de los montes” (Parturient montes) es el nombre de la famosa fábula de Esopo —escritor griego que vivió en el siglo VI a.C.— en la que narra cómo unos montes anuncian, con gran estruendo, un parto que finalmente da a luz a un pequeño ratón, muy orondo, que sale de una enorme cueva. La fábula alude a aquellos acontecimientos que se anuncian o esperan como algo mucho más grande, positivo y rimbombante de lo que al final resulta ser.
Tal es el caso de lo ocurrido recientemente con la conformación de las comisiones de trabajo en la Asamblea Nacional, luego de poco más de un mes de acalorados pulseos e intensas negociaciones entre diputados de diferentes bancadas. Todo culminó con la decisión de celebrar una votación secreta para definir finalmente dos de las tres comisiones clave cuyo control estaba en disputa. Estas tres comisiones —Presupuesto, Gobierno y Credenciales— determinan efectivamente el contrapeso político esencial de la Asamblea.
Como era de esperarse, y ya lo sabemos de sobra, el secretismo sigue siendo el caldo de cultivo ideal para que el tradicional y pernicioso matraqueo político, o la torcedura de brazos, rinda sus frutos o ponga a prueba las lealtades y principios de cada quien. En efecto, el “número mágico” de 37 diputados que conformaba la mayoría parlamentaria —controlada por Vamos, Panameñistas, Cambio Democrático y Seguimos/Moca— quedó reducido al menos a 35, según lo expresó el diputado José Pérez Barboni, quien despejó pronto esta incógnita al denunciar a los medios que “hubo dos diputados de Vamos que no cumplieron con el acuerdo”. Supongo que sabrá por qué lo dice con tanta seguridad.
Lo cierto es que toda esta parafernalia, generada a partir del 1 de julio con la instalación de la nueva junta directiva de la Asamblea, despertó grandes expectativas de un cambio de rumbo favorable en este importante —y hasta ahora fallido— órgano del Estado. Pero, a la hora de la verdad, todo parece haber quedado reducido, como dicen en mi pueblo, “a la misma jeringa con diferente pitongo”.
Parafraseando al escritor portugués José Saramago, quien en una ocasión dijo “no es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo”, confieso que, como panameño, también me siento decepcionado y apesadumbrado. Si es cierta la denuncia de Barboni sobre el resquebrajamiento de Vamos —y a saber cuántos más—, no se necesita ser adivino ni pesimista recalcitrante para imaginar lo que podemos esperar, por ejemplo, de quien resulte presidente de la influyente Comisión de Presupuesto, integrada así: Eduardo Vásquez, Francisco Brea, Manuel Samaniego, Ronald de Gracia, Víctor Castillo, Rafael Buchanan, Gertrudis Rodríguez, Neftalí Zamora, Eliécer Castrellón, Carlos Saldaña, Janine Prado, Benicio Robinson, Sergio Gálvez, Crispiano Adames y Betserai Richard.
Lo mismo puede decirse de la no menos importante y crucial Comisión de Credenciales, compuesta por: Benicio Robinson, Dana Castañeda, José Luis Varela, Arquesio Arias, Ariel Vallarino, Juan Guevara, Yamireliz Chong, Augusto Palacios y Ernesto Cedeño —este último, por obra y gracia de Dios, favorecido por un sorteo con balotas para desempatar—.
Por su parte, la Comisión de Gobierno quedó conformada por: Raphael Buchanan, Roberto Zúñiga, Jairo Salazar, Luis Eduardo Camacho, Luis Duke, Didiano Pinilla, Janine Prado, Shirley Castañeda y José Pérez Barboni —también favorecido por la suerte mediante sorteo con balotas para decidir otro empate—.
Al parecer, importantes temas como la agenda anticorrupción, las modificaciones al reglamento interno de la Asamblea y otras leyes y correctivos de relevancia tendrán que seguir esperando mejores días.
El autor es escritor y pintor.

