En reunión con la Dirección de Planificación Urbana (DPU) el miércoles pasado, acudimos para plantear nuestro descontento frente al proyecto de incremento de edificabilidad por compensación urbana que impulsa la Alcaldía de Panamá. El objetivo de la comunidad era ser escuchada. Sin embargo, nos preocupa profundamente que se insista en promover un mecanismo que afecta la calidad de vida de los residentes y que además incumple normas urbanísticas claras, planes vigentes y principios básicos de planificación urbana que el propio Estado ha reconocido durante años.
El Plan Local de Ordenamiento Territorial (PLOT), acuerdo 61 de 2021, vigente hasta 2031, define los usos de suelo y las densidades permitidas para asegurar un crecimiento equilibrado, con servicios adecuados, armonía de actividades y suficientes espacios públicos. El proyecto de incremento de edificabilidad propone permitir más altura y más densidad en zonas donde el PLOT ya estableció límites precisos. La DPU, de acuerdo con el artículo 81 del PLOT, tiene la función de vigilar el cumplimiento de ese plan, no de generar excepciones que lo contradicen. La Ley 6 de 2006 es igual de clara: la zonificación solo puede modificarse mediante planes nacionales, regionales, locales o parciales, y nunca lote por lote. La normativa exige zonas homogéneas, no cambios diseñados para proyectos individuales. El ordenamiento urbano no es un rompecabezas que se reorganiza al ritmo del mercado, sino un sistema que garantiza equilibrio, seguridad y bienestar para todos.
La propia definición de “zona” implica un área amplia, no una finca aislada. Por eso, los cambios puntuales de uso de suelo conocidos como spot zoning han sido señalados por el Plan Metropolitano (2018) como una aberración del concepto de zonificación. También lo advirtió el arquitecto urbanista Jorge Riba, citado en un fallo de la Corte Suprema de 2002, cuando explicó que la práctica de modificar la zonificación por lote individual responde a presiones ajenas al interés público y termina generando sobresaturación, congestión y pérdida de calidad de vida.
Quienes promueven el incremento de edificabilidad argumentan que, mediante los pagos de compensación, será posible atender problemas urbanos existentes. Pero la realidad es evidente: en la ciudad ya escasea el agua en varios sectores, las aguas negras se desbordan, las calles están colapsadas y los espacios verdes son insuficientes. La Organización Mundial de la Salud recomienda 9 m² de áreas verdes por habitante; barrios como Obarrio apenas alcanzan 3 m², y en muchos otros la cifra es aún menor. Pretender, en un contexto ya caótico, que un pago compense la falta de agua, la saturación vial o la carencia de espacios verdes es una ilusión que ya ha fallado en ciudades que aplicaron modelos similares.
Diversos planes y diagnósticos oficiales de la propia Alcaldía y del MIVIOT reconocen que los aportes económicos por compensación no solucionan los déficits existentes. La experiencia internacional también demuestra que permitir más edificaciones sin garantizar primero la capacidad de carga del territorio solo profundiza los problemas que se pretende resolver.
Estos cambios propuestos tampoco respetan los principios de participación ciudadana establecidos en la normativa de descentralización, que exige consultar a las comunidades y a sus Juntas de Desarrollo Local para que puedan incidir en políticas que las afecten. En un tema tan trascendental como la transformación del uso de suelo, la participación no es opcional: es un mandato legal y democrático.
El proyecto de incremento de edificabilidad por compensación urbana no solo presenta riesgos urbanos graves; también contraviene los instrumentos legales que rigen el desarrollo de la ciudad. No podemos construir una ciudad sostenible si se ignoran los propios planes que deberían protegerla. Hacerlo enviaría un mensaje peligroso: que cualquier norma puede ser flexibilizada cuando conviene a intereses particulares.
Panamá necesita orden y respeto por la planificación territorial; es la única garantía para que la ciudad siga siendo habitable, incluso ahora que vivimos en una urbe al borde del colapso.
“Después de todo lo dicho, él —el ciudadano— es realmente la ciudad”. Afamado arquitecto Frank Lloyd Wright
La autora es arquitecta.

