Hoy recordamos a Charlie Kirk, en Estados Unidos, y a Miguel Uribe Turbay, en Colombia. Dos jóvenes líderes valientes que compartían ideales semejantes: defender la familia, la religión y la fe cristiana; promover los valores, la ética, las virtudes y el bien común. Ambos comprendieron que la verdadera política no se trata de cálculos mezquinos ni de promesas vacías, sino de servir a la sociedad desde principios firmes y trascendentes.
Charlie Kirk, fundador de Turning Point USA, se convirtió en referente para millones de jóvenes que veían en él la defensa sin complejos de la vida y la libertad. Miguel Uribe Turbay, senador y aspirante presidencial, encarnaba en Colombia la posibilidad de un liderazgo joven e íntegro, con el coraje de enfrentar la corrupción y el crimen organizado. Eran voces distintas en geografías distintas, pero unidas por una convicción común: sin Dios, sin principios y sin orden moral, las sociedades se desmoronan.
Precisamente por eso levantaron su voz. Y precisamente por eso fueron blanco de quienes odian la verdad.
El peligro de ser conservador
Hoy es peligroso ser conservador. Es peligroso defender la vida frente a la cultura de la muerte; es peligroso afirmar que la familia es la célula esencial de la sociedad; es peligroso proclamar que la fe cristiana no es un adorno privado, sino un faro público que ilumina la justicia, la solidaridad y la dignidad humana.
Los radicales comunistas y sus cómplices ideológicos no discuten con ideas: matan a los conservadores. Lo hacen porque saben que el conservadurismo auténtico revela sus mentiras, desnuda su odio y porque el testimonio de líderes como Kirk y Uribe tiene un poder que ningún régimen totalitario soporta: el poder de la verdad.
Una guerra espiritual y moral
Vivimos una guerra del bien contra el mal. No se trata solamente de elecciones, partidos o ideologías. Se trata del alma de nuestras naciones y del futuro de nuestros hijos. En esta guerra está en juego si queremos un mundo cimentado en virtudes, en responsabilidad, en amor al prójimo y a Dios, o si nos resignamos a la imposición de un sistema que promueve el odio, la violencia y la mentira.
El mal tiene muchas máscaras, pero siempre actúa igual: persigue, destruye y silencia. El bien, en cambio, se mantiene firme, humilde pero valiente, incluso cuando es atacado. Por eso, los testimonios de Charlie Kirk y Miguel Uribe no son solamente tragedias políticas: son señales de nuestro tiempo. Son advertencias de que la defensa de la verdad tiene un costo y de que no podemos ser neutrales.
El llamado a la firmeza
Hoy más que nunca necesitamos líderes y ciudadanos que no tengan miedo. Que comprendan que callar es ceder terreno a la oscuridad. Que entiendan que la neutralidad ante el mal no es prudencia, sino complicidad.
Nuestro deber es mantenernos firmes, con fe, sin miedo, unidos en la verdad. Debemos recordar que la luz siempre vence a las tinieblas. La historia lo demuestra: los imperios caen, las ideologías violentas se agotan, pero la verdad permanece.
Charlie Kirk y Miguel Uribe Turbay dieron testimonio de esa verdad. Sus vidas nos recuerdan que ser conservador, ser cristiano y defender la familia no es una opción cómoda ni popular, pero sí un deber sagrado. Porque si nosotros no defendemos la vida, la fe y la libertad, ¿quién lo hará?
Hoy los honramos. Mañana seguiremos su ejemplo. Y siempre, confiando en Dios, recordaremos que aunque la oscuridad avance, nunca podrá vencer a la luz.
El autor es empresario y caballero de la Orden de Malta.

