Pese a quien le pese, el 34% del inquilino de Las Garzas es democrático, constitucional y, por lo tanto, legítimo: quienes pretenden atacar por allí al gobierno parecen estar enfermos del mal que nos aqueja desde hace décadas: hacerse el pendejo. Si buscan los porcentajes presidenciales anteriores, verán que algunos sacaron menos. O se respetan las normas o se cambian, pero no se deslegitiman; eso es de una ignorancia torticera reprochable.
La Universidad de Panamá no es perfecta; es más, necesita una refundación urgente, y da igual lo «orgullosamente» (cuidado con los adverbios terminados en «mente») egresado o ingresado que seas. Ahora bien, eso no la convierte en «guarida de terroristas», como ha señalado el rofión de Las Garzas en otra de sus desafortunadas intervenciones, demostrando que va «con paso firme» hacia la crispación: mucha testosterona, poca neurona.
Insisto: las redes están llenas de opinólogos ignorantes, seguidos por miles de acólitos, en una exhibición vergonzosa de retroalimentación retrógrada y peligrosa que no soluciona nada, pero que descarga cualquier verdadera participación. Uno le escribe al presidente, o al alcalde, o al diputado o al canciller, y cree que se le escucha, pero no: tienen mucha cara dura y no la dan, y el ciberespacio, que aguanta todo, hace el resto: se traga la capacidad de actuar del ciudadano.
A alguien le conviene que las cosas sigan igual. Advertimos que el deterioro de este gobierno sería rapidísimo, por el seguidismo clientelista, por la impunidad con que se encubre todo y por cómo ex vicealcaldes, diputados y presidentes que ya tocaron poder se rasgan las vestiduras haciéndose los pendejos, como si nunca hubieran estado allí, decidiendo.
Veremos cómo el rofión termina convirtiendo en caos la poca paz que nos queda. El matón de patio es así: está dispuesto a llevar su absurda sinrazón hasta las últimas consecuencias con tal de no reconocer que se ha equivocado. Pero está tranquilo en su gruñir: no le pasará nada, como a los anteriores.
El autor es escritor.

