A medida que nuestra población desarrolla un mayor número de enfermedades no transmisibles, como diabetes, enfermedades cardiovasculares y distintos tipos de cáncer, también incrementa la necesidad de cuidadores. Los cuidadores, informales o formales, aquellas personas que apoyan el bienestar y la asistencia de personas a su cargo, son personas especiales.
El Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos define al cuidador como el individuo que asiste a otra persona en su cuidado. El cuidado puede ser dirigido a niños, adultos mayores, pacientes con enfermedades crónicas o personas con discapacidades. Los cuidadores informales generalmente son familiares o amigos cercanos que no reciben remuneración ni capacitación por el apoyo en la realización de tareas domésticas, acompañamiento médico, ayuda en la administración de medicamentos, alimentación, higiene, entre otros.
Los cuidadores formales son profesionales de la salud u otro personal preparado y contratado que asisten con tareas específicas, como higiene, movilización o administración de tratamientos. Por lo general, son auxiliares de enfermería, enfermeras, terapeutas y, mayoritariamente, mujeres. A medida que la población envejece, también incrementa la carga del cuidado y la responsabilidad por el bienestar de nuestra sociedad. Se estima que en Panamá el 18% de la población necesita cuidado y más del 4% de los habitantes sufren de alguna discapacidad.
La desproporcionada carga del cuidado de nuestras poblaciones más vulnerables reposa sobre las mujeres. Aproximadamente, el 68%-87% de los cuidadores son mujeres, de mediana edad, solas, y que no han podido avanzar en sus estudios por dedicar su tiempo al cuidado de sus hijos, padres o cónyuge.
Especialmente, el cuidado no remunerado posee peculiaridades como la invisibilidad y la desvalorización de esta importante tarea, a pesar de reflejar un enorme costo y una carga desigual en las mujeres, resultando en oportunidades educativas y laborales perdidas. Se estima que el trabajo no remunerado puede alcanzar hasta el 40% del producto interno bruto de algunos países. De ser pagado, podría reflejarse en el incremento de la economía local y una mejora de la calidad de vida para el cuidador y la persona asistida.
A nivel mundial, se están dando iniciativas lideradas por personal de salud, organizaciones no gubernamentales e incluso gobiernos. La organización ONU Mujeres actualmente impulsa una iniciativa mundial para valorar, reconocer, apoyar y compartir las tareas de cuidado. Algunos países como Brasil, Chile, Colombia y Panamá se encuentran en proceso de crear marcos legales en busca de una redistribución equitativa.
Esto es importante, ya que las mujeres representan aproximadamente la mitad de la población, y el cuidado no remunerado afecta su progreso. Durante la pandemia de covid-19, el 70% de los cuidados en el hogar y servicios de salud fueron brindados por mujeres. En Latinoamérica, se evidenció la vulnerabilidad de las mujeres ante esta realidad de la informalidad: en el primer año pandémico, más de 13 millones de mujeres perdieron sus empleos en Latinoamérica. Además, el cuidado de los adultos mayores y de los niños recayó mayormente en las mujeres.
Las mujeres necesitan ser económicamente viables para surgir a nivel personal y como sociedad. El cuidado no remunerado y el formal afectan el desarrollo físico, emocional y económico de las mujeres. Las mujeres que brindan el cuidado también deben poder cuidar de su salud; sin embargo, muchas veces esto es un reto imposible de lograr.
Existen clubes de apoyo y acompañamiento para cuidadores; la obligación es tal que afecta el diario vivir del cuidador. La carga del cuidado se debe distribuir equitativamente entre hombres y mujeres para el avance de nuestros países. En estas fiestas de fin de año, ofrezcamos aliviar la carga a un cuidador. ¡Es responsabilidad de todos y para todos!
La autora es científica y doctora en salud pública, Universidad del South Florida, Ciudad del Saber, Panamá.

