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El significado de servir al país

El actuar de todo ser humano debe estar guiado por principios sólidos y duraderos. En tiempos donde las emociones colectivas muchas veces se canalizan en la superficie de los gestos públicos o en el estruendo de las redes sociales, recordar el valor de los principios como cimiento de nuestras decisiones individuales y colectivas es más urgente que nunca. Ser íntegros, responsables, honestos y comprometidos no debería ser una excepción, sino una norma básica para quien aspira a influir positivamente en su entorno y, en mayor escala, en su país.

En un reciente momento de calma, mientras aprovechaba mi tiempo libre para sumergirme en la lectura, me encontré con un pasaje que me conmovió profundamente en uno de los escritos de Belisario Porras. Más allá de su relevancia histórica, este fragmento toca una fibra moral muy necesaria en los tiempos actuales. Porras reflexiona sobre el patriotismo cuando llegaba a Brasil como ministro plenipotenciario en 1907 y se daba cuenta de que el brasileño tiene, para todo lo de su tierra, un fervoroso culto. Ejemplo que considero claro y profundamente humano, esa visión trasciende el discurso fácil, las apariencias y el ruido. Es una invitación a mirar dentro de nosotros mismos y preguntarnos si lo que hacemos realmente responde al interés colectivo o simplemente alimenta nuestras aspiraciones personales.

Comparto con ustedes este fragmento, porque creo que en él se encierra una guía esencial para todo aquel que aspire a contribuir con la construcción de un país más justo, digno y consciente:

“El patriotismo es una de las virtudes cívicas que más honran a los pueblos. Pero no hay que confundir. No es patriotismo el que se exterioriza con algazaras en las plazas públicas, con gritos de vivas y mueras en los momentos de manifestaciones democráticas, con el afán de criticarlo todo, de menospreciar la obra de los demás, llegando muchos hasta la insania de pretender atribuirse honores que no les corresponden, creyendo así conseguir el aprecio y consideración de las masas populares.”

Aquí, Porras hace una crítica clara a las formas superficiales del nacionalismo: aquellas que se agotan en el ruido, en el espectáculo, en la necesidad de aprobación popular. Este “falso patriotismo” puede disfrazarse de populismo, pero muchas veces es apenas una máscara de intereses personales. Es el tipo de actitud que busca reconocimiento más que transformación; que apunta a descalificar al otro más que a construir colectivamente; que ve en el país una plataforma para su beneficio, no una causa que exige entrega genuina.

“El verdadero patriotismo es de otra índole muy distinta. Es aquel que nos mueve a hacer el bien a nuestro país sin pensar en recompensas; es el que nos impele a ver en todo lo que nos pertenece algo muy grande, por pequeño que ello sea; a respetar y procurar ser respetados; a cumplir nuestros deberes de ciudadanos; a amar la virtud y, por sobre todo, a poner nuestro pensamiento y nuestro corazón al servicio de los verdaderos intereses de la patria.”

Este segundo párrafo, en cambio, describe un patriotismo silencioso, constante, auténtico. No necesita pancartas ni cámaras. Se expresa en el cumplimiento del deber, en la honestidad del trabajo diario, en el respeto a los demás, en el amor a lo propio. Es un patriotismo que no busca gloria ni recompensa, sino que encuentra sentido en la coherencia entre lo que se cree y lo que se hace. Es una invitación a actuar con humildad, sin esperar medallas, porque el verdadero premio es saber que se está contribuyendo —por pequeña que parezca la acción— a una nación más ética, más unida, más digna.

En tiempos donde las palabras “patria” y “pueblo” son invocadas con facilidad, pero muchas veces vaciadas de contenido, es vital volver a pensar qué significan y cómo las honramos. Belisario Porras nos recuerda que no se trata de gritar más fuerte, sino de actuar con más conciencia.

Que esta reflexión nos sirva como faro para repensar nuestro rol como panameños. Que nos mueva a construir, no a dividir; a servir, no a figurar. Porque el país que soñamos no se construirá con discursos vacíos, sino con el trabajo silencioso y constante de millones de patriotas auténticos.

El autor es diputado independiente por el circuito 8-4 (2024-2029).


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