Con la llegada de la pandemia del virus covid-19, declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 30 de enero de 2020, Panamá se enfrentaba a una crisis sanitaria sin precedentes y con un gobierno con apenas ocho meses de gestión gubernamental y que traía, en su génesis, un rosario de proyectos prometido a un pueblo que esperaba cambios tangibles en la cosa pública que el gobierno del expresidente Juan Carlos Varela (2014-2019) había dejado como evidencia de una gestión gubernamental sin pena ni gloria y con un olor a desdén y a olvido.
En el plano educativo, Panamá, con una población de cuatro millones de panameños mal contados, por supuesto, se encontraba con otro gran reto: brindar conocimientos a una población de 900.000 estudiantes que, para el año 2020, representaban el 87% de los discentes que recibían una educación en el sector oficial. Esta coyuntura social, hizo que el gobierno del expresidente Cortizo tomara la decisión de cerrar las escuelas a lo largo de todo el país, acción que trajo como consecuencias el aislamiento de los discentes y docentes panameños y, lo peor, las diferentes secuelas que dejó este confinamiento en el proceso de enseñanza-aprendizaje, secuelas físicas y psicológicas que, en estos días, se han registrado en todo el país y a nivel mundial, tales como: daños en el corazón, en el cerebro, en los riñones y en la piel.
Hoy, la nueva ministra de Educación, Lucy Molinar, presenta una dura batalla por acometer su ambicioso proyecto, sin embargo, tiene una experticia que le puede garantizar una gerencia en beneficio de la educación panameña y una resiliencia que hará que su carácter no sucumba antes los embates de la sociedad que es tan beligerante en los temas educativos, de salud, económicos y socioculturales.
Nuestra sociedad, cada vez más pujante, está demandando personas altamente calificadas en el ramo de la tecnología y esto, a su vez, hace que los centros educativos aumenten el pénsum académico hacia una mirada tecnológica.
Hoy podemos hablar de Inteligencia Artificial (IA) con mucha más autoridad que hace una década y esto se debe al gran desarrollo que ha tenido la tecnología a nivel mundial. Según Esteban Canle Fernández (2021), “Los primeros antecedentes de la inteligencia artificial los encontramos en el inicio de la Segunda Guerra Mundial […]” (párr. 1)
La Inteligencia Artificial (IA) tiene su origen en la Segunda Guerra Mundial, creada por el matemático británico Alan Mathison Turing (1912-1954) quien es conocido, a nivel mundial, por desentrañar el código de los nazis a través de Bombe, un dispositivo electromecánico creado por él mismo en 1939 y que era capaz de descifrar los códigos del ejército alemán ocultos en la famosa máquina conocida como Enigma, diseñada en 1921 por el alemán Arthur Scherbius.
Nuestra génesis, en el uso tecnológico dentro de los centros educativos (oficiales o particulares), la encontramos en la educación de tecnología y en la robótica -término acuñado por el estadounidense Isaac Asimov (1920-1992)- y con los diferentes concursos nacionales e internacionales sobre la misma.
Proponemos la capacitación continua de los docentes en el área de su especialidad acompañado por el toque especial del área tecnológica para que puedan hacer el uso efectivo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC), las Tecnologías para el Empoderamiento y la Participación (TEP) y las Tecnologías de Relación, Información y Comunicación (TRIC).
Por último, pero no menos importante, creemos firmemente en el uso del dispositivo celular, tabletas, portátiles y tableros inteligentes dentro del aula para el desarrollo de los contenidos de cada asignatura, recordemos que la educación del Siglo XXI debe ser horizontal y no vertical como era el canon de la educación de finales del Siglo XX.
El autor es docente del Instituto Técnico Superior Especializado (ITSE)

