A principios del siglo pasado, al momento de la independencia, nuestros caminos eran muy rudimentarios: verdaderos trillos o senderos para carretas de bueyes. Los automóviles no llegarían sino 10 o 15 años más tarde. La mayoría del transporte desde las provincias hacia la capital se llevaba a cabo en botes de vela y pequeños barcos de vapor. Para transportar carga desde La Chorrera hasta la capital, se utilizaban pangas para cruzar el estuario del Río Grande.
Al respecto, mi padre, quien vino a la ciudad de Panamá por primera vez en 1918 a los 8 años de edad, contaba: “El viaje tomaba cuatro o cinco días... Salíamos de Ocú a caballo, pernoctando en Los Canelos y luego, ya en Aguadulce, nos embarcábamos... Llegábamos al muelle inglés...”. Como resultado del convenio Taft, el puerto de La Boca, construido por los franceses hacia 1882 en la orilla este del río, pasó en 1904 al control de los norteamericanos al iniciarse las obras de construcción del canal.
Existía uno de estos caminos primitivos entre la capital y La Chorrera. Sin embargo, la gente que podía permitírselo salía de La Chorrera en dirección este hacia Emperador, tal vez porque la ruta era más cercana o cómoda, y desde allí tomaba el tren para llegar a Panamá, haciendo el recorrido inverso para regresar. Pero cuando nos convertimos en el “Puente del Mundo” en 1914, las vías de comunicación cambiaron...
Emperador, ubicado a pocos kilómetros al sur de Gamboa, se convirtió en uno de los pueblos más importantes de “La Línea” del ferrocarril. Desde 1855, como estación obligada, alcanzó un buen nivel de población y prosperidad. Sin embargo, a partir de la construcción del canal por los norteamericanos, todo cambió. Primero, sus pobladores fueron obligados a desmantelar sus viviendas y evacuarlo, siguiendo la humillante orden de “despoblación” emitida por Goethals y respaldada por el tratado Hay-Bunau Varilla. Además, debido a su ubicación en la ribera oeste del canal, quedó fuera de la nueva ruta del ferrocarril, que fue reconstruido del lado este de la vía canalera.
En Emperador se establecieron las oficinas principales de la construcción, trasladadas desde el edificio que actualmente ocupa el Museo del Canal en el Casco Viejo, el cual había sido la sede de mando y operaciones durante la etapa francesa. A medida que se expulsaba a los habitantes del viejo poblado, se ubicaron allí las facilidades y las residencias de los funcionarios, ingenieros, mecánicos y capataces norteamericanos. Entre 1906 y 1913, Emperador se convirtió en una verdadera ciudadela restringida, estructurada con un propósito específico y dotada de toda clase de comodidades, en marcado contraste con las rudimentarias barracas destinadas a los obreros afroantillanos y gallegos, que se hallaban desperdigadas al este, del otro lado de la zanja.
En cuanto a los pobladores originales, la comunidad desplazada perseveró y su descendencia siguió existiendo fuera de la antigua línea límite, como un corregimiento del distrito de Arraiján, llamado Nuevo Emperador, popularmente conocido como “Paja”. Tengo entendido que aún se pueden distinguir los restos del antiguo camino mencionado, fuera de servicio desde hace 90 años.
Al terminar la construcción del canal, cumplida la meta, Emperador fue abandonado. Años después, los norteamericanos establecieron un área militarizada para prácticas de guerra en esa zona, al oeste del Corte Gaillard: el “Empire Range”. Allí se entrenaban los marines antes de ser enviados a Vietnam, al igual que en Sherman, en el lado atlántico. (Recuerdo haber participado en el cuarto de urgencias del hospital Gorgas, atendiendo a soldados con calambres, deshidratación o graves golpes de calor). Ignoro si Panamá llegó a protestar por estas actividades de entrenamiento militar en nuestro suelo... el área ha estado involucrada en lentos y costosos procesos para la limpieza de explosivos residuales.

Una vez abierto el canal, en 1914, en ausencia de puentes y trenes hacia el lado oeste, para cruzar al interior fue necesario un servicio de ferry. No tenemos clara la ubicación precisa del mismo; funcionaba en la entrada norte o sur de las esclusas de Pedro Miguel. Desde allí se continuaba hasta el viejo camino de Emperador hacia La Chorrera, esta vez atravesando territorio zoneíta. Años después, alrededor de 1931, se completó la carretera nacional gracias a un enorme y costoso emprendimiento iniciado varios años antes por la Junta Nacional de Caminos, con un primer tramo de concreto entre Panamá y La Chorrera. En 1932, el servicio de ferry se reubicó entre La Boca y Farfán, operando con los transbordadores “Amador” y “Roosevelt”.
En el sector atlántico, el cruce del canal en Gatún, indispensable para el mantenimiento y operación del vertedero y las instalaciones hidroeléctricas, se mantuvo hasta hace poco tiempo a través de incómodas plataformas retráctiles de un solo carril, ubicadas cerca de la entrada norte a las esclusas. No hemos podido establecer si existieron desde 1914 o si fueron instaladas años después.
Utilizar el ferry era un paseo divertido, no solo para la gente joven. Sin embargo, hacia los años 40, debido al inicio de la Segunda Guerra Mundial, se construyó el puente giratorio de Miraflores sobre las esclusas del mismo nombre: esa ruta era más rápida que el ferry y la preferida para viajar al interior, a pesar de que el tráfico se interrumpía cuando un barco ingresaba en las esclusas. El objetivo del nuevo puente era principalmente militar: establecer una vía de comunicación rápida entre las dos riberas del canal, entre Clayton (Army) del lado este y Cocolí-Rodman-Howard (Marines-Navy-Air Force) del lado oeste. Contaba incluso con rieles para el cruce potencial de trenes. Fue de gran beneficio para un Panamá en pleno crecimiento poblacional y vehicular durante los años 40 y 50. Desde 1962 estuvo fuera de servicio por muchos años hasta que fue desmantelado recientemente.
El puente de Las Américas se inauguró en octubre de 1962, como parte de los logros del tratado de 1955. Una estructura mucho más consistente con las necesidades del país. El resto de la historia ya se conoce: el puente Centenario y el más reciente, sobre la bahía de Limón, cerca de la entrada de las esclusas de Gatún y Agua Clara. Pronto se iniciará la construcción del túnel para la línea tres del metro y, tarde o temprano, los habitantes de Arraiján y La Chorrera contarán con un nuevo tercer puente.

Como dato poco conocido, durante la construcción del canal existió un puente colgante sobre el Corte de Culebra (o Gaillard, en reconocimiento al ingeniero a cargo) que conectaba la población de Emperador con la orilla este, donde se ubicaban los grandes talleres y depósitos. El puente permitía el paso de pequeños vehículos y soportaba líneas eléctricas y de aire comprimido, utilizadas para operar las perforadoras que abrían los agujeros donde se insertaban los cartuchos de dinamita. Se instaló en 1909 y se desmanteló en 1914 al completarse la obra. Las escasas fotos son impresionantes, ya que el puente se extendía de un lado al otro, sobre las profundas excavaciones del corte.
Emperador, despoblado, dejó de existir. Entre 1910 y 1914 se construyeron las comunidades de Balboa, Ancón y La Boca. Las oficinas principales de la Zona del Canal se trasladaron al elegante edificio de la Administración. Todo esto, alrededor de nuestro cerro Ancón, el cual había sido ya “rebanado” para la extracción de material pétreo destinado a la construcción de las esclusas de Miraflores y Pedro Miguel. En las terrazas resultantes y las áreas cercanas se reconstruyeron en mampostería las instalaciones hospitalarias de los franceses, múltiples viviendas, la residencia del “Gobernador” y el hotel Tívoli, así como varias casas para familias y pequeños edificios procedentes de Emperador, que fueron desarmados, transportados y re-edificados en “Quarry Heights” (Alturas de la Cantera), sitio donde se alojaban los más altos militares y donde funcionó por muchos años el “Club de Oficiales” y el vistoso palacete del Jefe del Comando Sur (el verdadero Gran Jefe), convertido en la actualidad en una dependencia presidencial que sigue en espera de reparaciones, utilización y mantenimiento.

Nuestro cerro Ancón, engalanado ahora con nuestra bandera, ha sido felizmente recuperado y su ecosistema, hasta ahora, debidamente protegido. En la ladera este se encuentra “Mi Pueblito”, una pintoresca atracción pública, el Hospital Oncológico y las instalaciones del Poder Judicial.
Vale la pena mencionar que la subutilizada ribera oeste de nuestro canal, en la que alguna vez existió una próspera comunidad llamada Emperador, ofrece espacio suficiente para instalaciones y desarrollo futuro: no solamente sobre el corte Gaillard, también en la bahía de Limón, en Palo Seco y Farfán, e incluso en las islas y riberas del lago Gatún.
El autor es cardiólogo


