Panamá enfrenta desafíos urgentes en sectores fundamentales como la educación, el acceso al agua potable, el manejo de los residuos y el tratamiento de aguas residuales. Son problemas estructurales que se repiten década tras década, a pesar de inversiones millonarias y promesas políticas.
La raíz del problema no es solo la falta de recursos, sino la forma en que se gestionan. El modelo estatal tradicional, burocrático y muchas veces ineficiente, ha demostrado ser incapaz de generar resultados sostenibles. Frente a esta realidad, el emprendimiento social surge como una alternativa innovadora y transformadora.
El emprendimiento social combina lo mejor del mundo empresarial (eficiencia, innovación, sostenibilidad) con lo mejor del mundo solidario (propósito, participación, impacto). Pero su mayor virtud es que integra a los mismos afectados como parte de la solución, incluso como miembros de las juntas directivas. Así, el beneficiario se convierte en actor y gestor de su propio desarrollo.
A continuación, se presentan cuatro áreas clave donde el emprendimiento social podría cambiar el rumbo del país.
1. Educación con propósito social
El sistema educativo panameño necesita una reforma de fondo. Hoy, el Estado administra directamente miles de escuelas públicas, muchas en mal estado, con bajo rendimiento académico y pocas oportunidades de innovación.
El problema no es solo de presupuesto, sino de gestión y gobernanza.
El emprendimiento social ofrece una salida: transformar las escuelas públicas en centros con propósito social, gestionados por empresas sociales educativas. Estas funcionarían como colegios privados en su estructura administrativa —con eficiencia, metas claras y exigencia de resultados—, pero sin fines de lucro: toda utilidad sería reinvertida en la misma escuela.
Padres, docentes, líderes comunitarios y hasta estudiantes formarían parte de las juntas directivas, garantizando participación ciudadana, transparencia y pertinencia local.
No se trata solo de escuelas en lugares de difícil acceso. Este modelo puede escalarse a todo el país, renovando el sistema educativo desde la raíz.
2. Acceso comunitario al agua potable
A pesar del desarrollo urbano, miles de panameños —en zonas rurales, comarcas y periferias urbanas— no tienen acceso diario a agua potable. Los proyectos estatales muchas veces llegan tarde, incompletos o se deterioran por falta de mantenimiento.
El emprendimiento social puede ofrecer soluciones concretas: microempresas comunitarias que gestionen sistemas de captación, filtrado, almacenamiento y distribución de agua. Utilizando tecnologías apropiadas (como captación de agua de lluvia, filtros de arena o bombas solares), estos proyectos pueden ser sostenibles, de bajo costo y alto impacto.
Lo esencial es que los mismos usuarios sean socios del sistema, responsables de operarlo, mantenerlo y supervisarlo. Así se garantiza durabilidad, apropiación y control social.
3. Recogida, tratamiento y reciclaje de basura
La gestión de residuos es otro punto crítico en Panamá. Basureros a cielo abierto, rellenos colapsados, barrios sin recolección regular y un bajo índice de reciclaje son síntomas de un sistema en crisis.
Aquí, el emprendimiento social puede organizar cooperativas o microempresas barriales de aseo y reciclaje, integradas por recicladores informales, jóvenes desempleados o mujeres jefas de hogar. Estas empresas podrían recolectar, clasificar y vender materiales reciclables, además de ofrecer servicios de limpieza a nivel comunitario.
Con un modelo autosostenible y el apoyo técnico inicial, se genera empleo digno, se protege el medio ambiente y se mejora la calidad de vida. Como en los otros sectores, la comunidad debe formar parte del gobierno corporativo para asegurar compromiso y continuidad.
4. Tratamiento local de aguas residuales
En muchas zonas del país, especialmente en barrios informales o rurales, las aguas negras se vierten directamente a ríos o quebradas, causando enfermedades y contaminación. Los sistemas centralizados de alcantarillado no alcanzan a todos, y su expansión es costosa y lenta.
El emprendimiento social puede impulsar soluciones descentralizadas de saneamiento, como biodigestores, biojardines, humedales artificiales o plantas compactas. Estos sistemas son de bajo mantenimiento, respetuosos con el entorno y adecuados para climas tropicales.
Podrían ser gestionados por empresas sociales vecinales, operadas por técnicos locales y supervisadas por juntas comunitarias. El cobro de una tarifa simbólica permitiría el mantenimiento del sistema, sin dependencia permanente de subsidios externos.
Una nueva gobernanza: participativa, responsable y transformadora
El emprendimiento social no propone caridad ni dependencia. Propone dignidad, corresponsabilidad y participación activa. En cada uno de estos sectores, los modelos pueden y deben incluir a los afectados no como “usuarios” o “beneficiarios”, sino como socios estratégicos, con voz y voto.
Al integrar a los ciudadanos en las juntas directivas, en los planes de negocio y en la ejecución, se fortalece el tejido social y se multiplican las posibilidades de éxito. Porque cuando una comunidad es parte de la solución, el resultado ya no depende de promesas externas, sino de su propia capacidad de transformación.
Conclusión
Panamá tiene todos los recursos para convertirse en un referente de innovación social en América Latina. El emprendimiento social es la herramienta ideal para canalizar ese potencial: crea empleo, mejora servicios básicos, reduce desigualdades y empodera a las personas.
Ya no basta con más presupuesto. Se necesita una nueva manera de hacer las cosas, basada en resultados, ética y participación. Un modelo donde las escuelas eduquen de verdad, el agua fluya con responsabilidad, la basura se convierta en oportunidad y las aguas residuales dejen de ser veneno para el entorno.
Un modelo donde cada ciudadano, especialmente el más afectado, sea protagonista de la solución.
#TodosSomosUno
El autor es empresario y Caballero de la Orden de Malta.

