En abril de 2025, se estimaba que más de 122 millones de personas vivían desplazadas forzosamente en el mundo. Es el doble que hace diez años. Para ponerlo en perspectiva: una de cada 67 personas en el mundo está desplazada, lo que equivale a 29 veces la población de Panamá.
Estas cifras pueden parecer lejanas, pero detrás de cada número hay una historia real: la de una persona que alguna vez tuvo un hogar, una comunidad, una vida estable… y lo perdió todo por motivos ajenos a su voluntad.
Personas como Shirley, refugiada colombiana que, con generosidad y compromiso, separa un porcentaje de las ganancias de su emprendimiento para preparar desayunos y almuerzos para niños y niñas vulnerables en San Miguelito. O como Heily, quien llegó desde Nicaragua con una maleta llena de hilos y una firme determinación: sacar adelante a su familia y convertirse en generadora de empleo para quienes más lo necesitan.
Shirley y Heily no son la excepción. En barrios y comunidades de todo el país, personas refugiadas están aportando con su trabajo, su cultura y sus sueños. Desde ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, somos testigos cada día de su fortaleza y de su compromiso por integrarse a la sociedad panameña, enriquecerla y hacerla crecer. Por eso, trabajamos de la mano con el Estado, la sociedad civil, la academia, el sector privado y organizaciones nacionales e internacionales. Nuestro objetivo es claro: garantizar su acceso a la protección internacional y a derechos fundamentales como la salud y la educación, al tiempo que impulsamos programas que promuevan su integración plena y digna en la sociedad panameña.
Como cada 20 de junio, conmemoramos el Día Mundial del Refugiado. Pero este año, en un mundo sacudido por la incertidumbre y los recortes drásticos a la ayuda humanitaria, que han reducido el acceso a servicios esenciales, esta fecha no es solo una conmemoración: es un llamado urgente a la solidaridad, a la empatía y a la acción.
Solidaridad como un compromiso concreto, una decisión diaria de no dar la espalda al sufrimiento humano. Es darle a una madre los medios para proteger a su familia. Es abrir las puertas de la educación a niños y niñas. Es impulsar políticas inclusivas, empleos dignos y comunidades que extienden la mano y abren puertas en lugar de cerrarlas.
Solidaridad es decir, a través de nuestras acciones: estamos contigo. Puede que lo hayas perdido todo, pero no nos has perdido a nosotros.
Es asegurar que mujeres como Shirley y Heily cuenten con las herramientas necesarias para seguir construyendo un futuro: para ellas, para sus familias y para las comunidades que hoy las acogen y a las que ya pertenecen.
El desplazamiento forzado es uno de los grandes desafíos de nuestros tiempos. Pero no es inevitable. La paz, la justicia y la solidaridad deben guiar nuestro diario vivir.
El autor es representante de la Oficina Multipaís de ACNUR en Panamá.

