Este fin de semana tan importante para nuestro país aprovecho para compartir con usted, estimado lector, un tema que pienso es de interés.
Durante algunos años me tocó liderar una cátedra de Teoría de la Comunicación en una prestigiosa universidad, una experiencia académica que me permitió profundizar en cómo se dan los procesos de comunicación y en particular la comunicación política. Por ello, creo oportuno compartir con usted algunas ideas sobre las verdades de la comunicación y la diferencia entre la persuasión y la manipulación a la cual estamos cada vez más expuestos.
Comunicar significa poner algo en común y para que haya comunicación el mensaje tiene que hacer referencia a la realidad, es transparente para que las personas libremente tomen sus decisiones con respecto a la información que reciben.
En estos casos, a través de una comunicación estructurada y argumentada tratamos de persuadir a los otros sobre la bondad de nuestras ideas, para que comulguen con ellas, o no. Persuadir es influir en las ideas, creencias, opiniones o comportamientos de otras personas con base en una comunicación honesta y ética.
Sin embargo, cuando una persona o institución transmite información falsa, alejada de la realidad y utiliza tácticas engañosas o emocionales con fines propios estamos frente a un proceso de manipulación, no de comunicación.
En estos casos, quien comunica utiliza la mentira para lograr que el otro actúe según sus intereses, coartando así su libertad de decidir. Por ello, la frontera entre la persuasión y la manipulación es la ética.
La comunicación implica diálogo y la información tiene que ser confiable y verificable.
Cuando una persona trata de imponer una idea y no ofrece alternativas, cuando apela permanentemente a nuestras emociones y no a nuestra inteligencia, cuando sus mensajes están plagados de términos que nadie osa ponerlos en duda (por ejemplo libertad, justicia, amor, dignidad, etc), cuando no ofrece razones y establece decisiones en blanco y negro, trata de desviar permanentemente nuestra atención, cuando plantea temas en forma parcial y no respeta nuestra libertad de decidir, seguramente estamos frente a un hábil manipulador.
Los manipuladores están en todas partes. Hay políticos que manipulan a la gente y utilizan la demagogia para secuestrar conciencias, hay empresarios que venden una imagen de lo que no son falseando su realidad para ganar el respeto y admiración de la gente, hay personas con agendas ocultas disfrazados de líderes comunitarios, ambientalistas o religiosos e incluso medios de comunicación, que sólo ofrecen una parte de la historia para dirigir la opinión pública según sus intereses.
Pero también hay líderes que se comunican abiertamente a través de procesos de diálogo y negociación. Las personas que creen en el valor de la comunicación se esfuerzan por construir mensajes argumentados con información confiable y verificable.
Nuestra única defensa frente al manipulador es cuestionar la información que recibimos, verificarla y estar alerta, conocer los recursos del manipulador y aprender a pensar con rigor para evitar ser tomado como tonto útil.
El autor es fundador de Semiotik Consulting. Experto en reputación corporativa, comunicación estratégica y manejo de crisis.
