Se habla de festejar a la juventud en su día mundial, el 12 de agosto. Se enfatiza la importancia de brindar espacios y escenarios a los “jóvenes” para ofrecerles una voz. Pero ¿qué significa ser joven?
La primera pregunta a hacerse es evidente. ¿Está la juventud condicionada a un rango de edad? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), son los adolescentes y jóvenes entre 10 y 24 años. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera que son jóvenes las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años. Pensando un poco más allá, quizás de una forma un tanto profunda y filosófica, me hice algunas preguntas sobre el sentido y propósito de ser joven.
Cuando estudiamos la historia, la juventud es la sobresaliente protagonista de los cambios trascendentales que en muchas ocasiones permiten que hoy gocemos de mejores perspectivas e, incluso, de un mundo diferente. Es una juventud que se hace poderosa cuándo une sus esfuerzos en busca de lo que considera correcto. ¿Y qué es lo correcto en una sociedad en la que la brujulita está averiada y en la que lo malo es bueno y lo bueno, malo? Aunque se trate de una reflexión algo filosófica, cómo no hacerlo cuando el contexto nacional exige a gritos trabajar sin pausa por un futuro con luces de esperanza, menos desigualdades y mayores oportunidades para todos… Un futuro en el que el principal protagonista en temas políticos, educativos y sociales necesariamente deben ser los jóvenes por ley de vida. ¿Qué combustible usa el motor del arrojo juvenil para hacer los cambios y recorrer caminos desconocidos? ¿Qué comparte este grupo etario aparentemente disímil pero monolítico en audacia y sueños?
¿Se trata de la voluntad de ser parte de la historia, producto de convicciones genuinas, mientras creamos un presente y un futuro nuevo con la tenacidad, coraje y corazón que diferencia a la juventud? ¿Es creer que, en la educación de calidad, equitativa e inclusiva, con procesos de enseñanza-aprendizajes creativos, innovadores, pero con soluciones evidentemente simples y a la vanguardia, está la herramienta más poderosa para que nuestros niños sean capaces de maximizar todo su potencial y emprender nuevos y mejores senderos? ¿Tiene que ver con la decisión de involucrarnos en la política, porque vemos y entendemos que los cambios importantes ocurren de adentro hacia afuera, desde políticas públicas de Estado que atienden los intereses de una sociedad que requiere de un terreno fértil y predecible para intentar satisfacer una expectativa olectiva y aportar al crecimiento socioeconómico?
¿Es ser un ciudadano más, pero uno menos indiferente con relación al contexto que nos rodea, teniendo la capacidad de entender que, si a mi vecino le va bien, a mí también?
¿Es dar nuestros corazones alegres al servicio de otros, de los niños y las niñas, de los mares, de los manglares, de nuestra comunidad?
Me pregunto nuevamente, ¿acaso ser joven es una cuestión meramente de edad? ¿De tener una piel más tersa y lisa? ¿O es poseer un espíritu guerrero, quizás como el del cacique Urracá, que sigue habitando incluso en la piel llena de experiencia, que ríe y baila con el mismo vigor de hace 50 años?
¿Es soñar sin límites, por propósitos y principios, convirtiéndote en un creador de caminos inexistentes?
Hoy aplaudo a Juan, María, Jorge, Luisa y a todos los jóvenes que en cada una de sus realidades deciden sacar lo mejor de cada uno, al servicio de un bien mayor , demostrando una vez más que no hay que ser “grande” para comenzar, pero que, cuando comenzamos, nos volvemos grandes.
Ser joven es más que un número que refleja el paso del calendario. Es la juventud que refleja nuestra esencia y actitud en la vida para dejar huellas y crear nuevas historias. Ya lo estamos haciendo. Después de leer este escrito, te pregunto: ¿Eres joven?
La autora es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación
