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¿Es inteligente la inteligencia artificial?

Si estamos en el marco de un nuevo paradigma, sin duda este estaría moldeado por la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología ha transformado nuestra vida cotidiana. La gran pregunta es si la inteligencia artificial generativa puede ser verdaderamente inteligente o resolver problemas nuevos; incluso si podría generar, por sí misma, un nuevo paradigma.

Independientemente de esta discusión, el impacto de la IA es innegable. Para la mayoría de las personas, esto no les resulta ajeno, pues se manifiesta a través de una extensión de nuestro cuerpo: el smartphone. Sin embargo, gran parte de este avance tecnológico se orienta a alimentar un consumismo desmedido e imponer patrones de conducta a través de las redes sociales. Como señaló Jeff Orlowski en su documental El dilema de las redes sociales (Netflix), “si no pagas por el producto, el producto eres tú”.

El capitalismo se sostiene en el consumismo, y este condiciona nuestras formas de pensar y actuar. Con simples cambios de algoritmo, la realidad puede manipularse: ese es el punto crítico. En ese sentido, la inteligencia artificial es extraordinariamente eficiente. Pero debemos evaluar su alcance más allá de esa eficiencia instrumental. En una reciente entrevista, Sam Altman hablaba de “futuros mejores”. ¿A qué se refiere exactamente? Avanzamos aceleradamente: de la inteligencia artificial, a la generativa, a la superinteligencia, y ahora Michio Kaku habla de la “supremacía cuántica”.

Si la inteligencia artificial no está al servicio de mejorar las condiciones de vida de las personas, su desarrollo pierde sentido. De otro modo, solo será una mercancía más dentro del capitalismo digital. Recordemos que la IA es una creación humana; no surgió de la nada. Los modelos generativos de OpenAI, como ChatGPT —que ya alcanza su quinta versión—, siguen siendo sistemas preentrenados: alguien debe entrenarlos. Hasta ahora, no existen experiencias de autonomía total. Además, cada modelo se alimenta de sus propios usuarios; en otras palabras, su inteligencia refleja la nuestra.

En el umbral de la humanidad, debemos reflexionar sobre nuestro propio devenir. Las inteligencias artificiales, al ser preentrenadas y diseñadas bajo la lógica de la eficiencia y la manipulación, pueden volverse contraproducentes si no existen marcos éticos sólidos que orienten su uso hacia el bienestar colectivo. Regular, comprender y aprovechar su potencial en favor de la humanidad es el verdadero desafío. Solo así podremos hablar de una inteligencia realmente inteligente.

El autor es doctor en filosofía.


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