REFLEXIÓN

‘Estaba escrito...’

Maktub es una palabra árabe con un significado profundo: “estaba escrito”. Un análisis de esta frase nos lleva a pensar en el destino. ¿Cuántos de nosotros estamos acostumbrados a pensar en lo que podría haber sido si hubiésemos hecho las cosas de manera diferente o a recrear situaciones hipotéticas en las que hubiéramos actuado distinto y, como consecuencia, hubiésemos obtenido otro resultado?

Maktub nos dice que lo que está destinado a suceder siempre encontrará una forma única, mágica y maravillosa, para manifestarse. Lo que sea que pase en tu vida pasa o llega no por casualidad, sino porque hay algo que necesitas hacer o comprender, y ese algo proviene de un designio divino. Los escépticos argumentan que no hay tal plan maestro y que cada quien crea su propio destino. Yo creo en una energía superior, un ser divino que hace que todo lo que sucede sea perfecto, respondiendo a un motivo y, por lo tanto, no da espacio a otras posibilidades.

Cuando esperas que algo suceda en el futuro, cuando inicias un proyecto y usas la palabra “ojalá”, estás esperando que el destino armonice con tus deseos, y que esté escrito de esa manera.

Surge de inmediato la pregunta: ¿Escrito dónde, y quién lo escribió? La palabra “ojalá” es una derivación de la palabra árabe insha’Allah, que significa “si Alá quiere”; lo que sería para nosotros (si Dios quiere) y así se encuentra en el Corán (Sura Al Kahf, de la Caverna, 18:23-24): “Y no digas respecto a algo, lo haré mañana a menos que añadas: Si Alá quiere. Y recuerda a tu Señor cuando olvides y di: puede ser que mi Señor me guíe a algo que se acerque más que esto a lo correcto”. Todo se hará por la voluntad de Alá, y si él lo permite, ya que todo está escrito: maktub.

Es una cuestión de fe. La Biblia nos dice en Hebreos 11:1: “Es pues la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se puede ver”. “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas; en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques”. (Salmo 84: 5-8).

En este sentido, los designios divinos nunca son malintencionados. Desde antes de nacer hay un plan para nuestros pasos por el mundo; pero para desarrollar el plan debemos usar los elementos o dones que el Señor nos da. Tanto la Biblia como el Corán establecen reglas concretas para cumplir con el plan divino; por algo son los libros más vendidos y más usados de todos los tiempos. Pero, ¿cumplimos como se debe con lo que está escrito?

El concepto de libre albedrío es la visión judía del tema. Esto implica que la persona puede escoger, en cada caso, si hace lo que Dios indica (el bien) o no lo hace o deja de hacer (el mal). Sin embargo, siendo Dios omnisciente y sabiendo ya lo que vamos a hacer, ¿existe realmente el libre albedrío? Esto es igual a cuando un padre advierte a un hijo de un peligro, y este por no hacer caso de la advertencia de su padre se lastima. El padre no deseaba que su hijo se hiciera daño. Le dijo qué debía hacer para evitarlo, pero sabía lo que sucedería si su hijo se empecinaba en la conducta. Si el daño no era mortal ni fatal, el padre también sabía que serviría de aprendizaje.

A pesar de lo impredecible y aparentemente inmutable que pueda ser el destino, siempre debemos tener presente el poder de nuestras acciones y comportamientos; dado que estos generan cadenas de reacciones secuenciales en el entorno y nos preparan para asumir el destino que nos corresponda.

Cuenta una vieja historia que en plena Edad Media en París, un peregrino vio a tres obreros trabajando con grandes bloques de piedra.

–“¿Qué están haciendo?”, les preguntó.

–“Cortando piedra”, dijo uno de ellos con indiferencia.

–“Ganándome unos francos”, repuso secamente el segundo.

El tercero suspendió su labor por un momento y, con una gran sonrisa y marcado entusiasmo, respondió:

–“Estoy construyendo una hermosa y espectacular catedral que será la más importante de toda la región”.

En la vida, cada suceso aporta algo positivo, aunque sea a través de un rasgo negativo. La próxima vez que te sientas deprimido porque no sucedió lo que tú querías, sé fuerte y sé feliz porque el Señor tiene escrito algo mejor para darte.


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