Espíritu de las leyes: el poder de la exposición de motivos

Las leyes se encuentran siempre con las pasiones y las preocupaciones del legislador: unas veces pasan a través de ellas y toman cierta tintura; otras, se detienen y se incorporan a ellas.” (Montesquieu, El espíritu de la Leyes, XIX)

Lejos han quedado aquellos tiempos en que la Ley era un mero capricho del monarca. Ahora, en el milenio de la información, donde todo se escruta hasta sus cimientos y se reproduce a una velocidad sin precedentes, ahora conviene justificar.

Y es precisamente ahora, que el proceso de creación de una Ley implica un ejercicio intelectual no muy diferente a la redacción de un artículo científico, que toda modificación, derogación o nuevo artículo deben poseer una razón de ser.

Igual ocurre con la sentencia de un juez, donde la motivación del fallo explica el ejercicio de razonamiento que hace que la decisión plasmada en la sentencia no sea la antojadiza ordenanza de un tirano, así el acto legislativo se apoya en la exposición de motivos para dotar de espíritu a un proyecto de Ley.

Es una pena que el texto que motiva las leyes ante los ciudadanos y los jueces esté huérfano de interés y de poder. Ya la Constitución en su artículo 174 establece que “las leyes podrán ser motivadas”, dicha motivación es -infelizmente- opcional.

Ya siendo un tanto técnicos, es importante recatar que según la norma parlamentaría la exposición de motivos debe (¿No debería hacerlo siempre?) cumplir cubrir aspectos como: objeto, finalidad y antecedentes. Además, debe explicar su contribución a la sociedad y brindar un repaso breve de las normas contenidas en el proyecto de Ley. Finalmente, cuando se trate de un proyecto que busca reformar deberá explicar el alcance de dichas modificaciones.

Una Ley injusta no encontrará refugio en una exposición de motivos, por más extensa que sea. Pero una ley necesaria, encontrará aquí la oportunidad de solventar dudas a los ciudadanos y llevar luz sobre los puntos oscuros. Todo aquello que el gobierno no desee explicar, será expuesto por terceros ya sin su anuencia y sin sus mismos intereses. Por eso en la era de los fakenews, los influencers y la inteligencia artificial, conviene justificar.

Gobierno tras gobierno, el error se repite. Sea la mina, la extinción de dominio, una reforma constitucional o a la Caja de Seguro Social. La exposición de motivos es una simpleza de dos o tres páginas. ¿Qué mejor publicidad que una ley bien explicada?, luego los gobernantes se quejan de que los gobernados no entienden la Ley que nunca les interesó explicar desde un inicio.

No existen fórmulas mágicas para aprobar leyes. La mejor de las normas, mal comunicada, terminará siento un verso blasfemo. Conviene entender que entre más puentes tienda el Estado a los ciudadanos, entre más les permita participar y co-crear, entre más justifique sus acciones, más podrá ganar.

La exposición de motivos de la Ley bosqueja su espíritu y nos orienta sobre cómo interpretar sus normas. Constituye una comunicación histórica intergeneracional que permite a los nuevos ciudadanos entender el contexto de las normas que hoy les gobiernan.

Una buena exposición de motivos nos permite confiar, que hay en los proyectos de ley de los legisladores, más razones que pasiones.

El autor es consultor en temas legales, parlamentarios y políticos.


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