Sales de la escuela y toda la vida que conoces se esparce por todos lados, como si se te escapara de las manos.
Tus amigos se van a estudiar, otros empiezan a trabajar; todos en lugares distintos, con caminos diferentes.
Cuando la gente a tu alrededor se casa. Cuando te gradúas de la escuela o la universidad. Cuando empiezas un trabajo nuevo. Cuando tus amigos comienzan a tener hijos.
Cuando todos parecen avanzar… y tú sientes que estás en pausa, el mundo que conocías cambia.
Ibas caminando por un sendero claro y, de repente, el camino se acabó. Te entregan un saco de ladrillos y te dicen: “Ahora construye el tuyo”. ¿Pero hacia dónde? ¿Cómo empiezo?
Con tantas decisiones por tomar, no es raro sentirse perdido.
La realidad es que muchas veces, y de muchas maneras, nos tocará sentir que estamos empezando de cero:
La crisis de los 20, cuando no sabes qué hacer con tu vida.
La crisis de los 30, con la presión de estar casado, tener hijos y ser exitoso.
La crisis de los 50, con el miedo a envejecer.
Mientras tanto, vemos en Instagram todos esos caminos “perfectos” de los demás. Seguimos un mapa falso que creemos que debemos recorrer para llegar a un supuesto tesoro.
¿Será que me voy de fiesta porque soy joven y debo disfrutar mis mejores años? ¿O debería esforzarme ya por conseguir el trabajo de mis sueños? ¿Viajar y conocer el mundo, correr una maratón, volverme influencer, hacer una maestría? ¿Tomar riesgos, pero también trabajar duro para mi futuro?
Ahí está la trampa: sentir que deberías seguir los mismos caminos que los demás.
Por eso tienes que preguntarte: ¿Cuál es mi definición de éxito?
Cuando lo tengas claro, todo cambia. Ese es el primer paso que debes dar; el primer ladrillo que colocar en tu camino.
Aunque no se vea bonito en Instagram. Aunque no tenga sentido para nadie más. Aunque sientas que te quedaste atrás. Aunque no tengas idea de por dónde empezar.
Estás exactamente donde tienes que estar.
La autora es escritora.
