Muchos educadores reflexionamos y debatimos sobre los elementos indispensables que hacen un sistema educativo del siglo XXI, y concordamos en la prioridad de formar profesionales de excelencia para ser docentes.
Creemos que la carrera docente debe dejar de ser considerada como aquella profesión cómoda acompañada de una permanencia laboral. Es por ello que los aspirantes deben ser el producto de una selección en donde solamente los de mejores aptitudes sean los admitidos por las universidades para luego ser formados y ejercer la profesión en donde, naturalmente, se les reconozca un salario digno por el trabajo que realizan. Solo de esta forma se logrará tener docentes dispuestos al cambio, a la formación continua, a recertificaciones periódicas sobre tecnología y ciencias, generando investigaciones y formando a sus estudiantes con una educación humanista y ética para el desarrollo sostenible, basada en las necesidades de aprendizaje del propio estudiante.
Estos docentes deben enfocar su enseñanza en actividades que puedan verificarse en el contexto en donde conviven y su evaluación no debe estar tan encaminada a la medición y al aspecto cuantitativo, sino que más bien, debe considerar actividades que puedan ser evaluadas cualitativamente mediante una rúbrica u otros instrumentos, aspectos tales como la creatividad, el trabajo en equipo, la responsabilidad, la autonomía, comunicación y empatía, entre otros.
Por otra parte, la administración debe abrir sus puertas para que los padres de familia participen activamente de los programas y proyectos que se ejecutan, de la planificación de los temas que se impartirán, modificando, si es necesario, el currículo de tal forma que se puedan agregar o eliminar materias, según las necesidades de esos estudiantes en la sociedad en que se desenvuelven, trabajando en el sentido de pertenencia e identidad del padre de familia, con su centro escolar, mediante la participación y en donde también la escuela adopte lugares cercanos para proyectarse a la comunidad con proyectos sostenibles, sociales, de emprendimiento, con la finalidad de sentirse parte de las soluciones a los problemas de la sociedad en general. Es por ello que los docentes deben hacer de sus escuelas, centros de réplica, difundiendo lo que están experimentando de tal forma que compartan e inspiren a otros.
Es necesario insistir en una formación docente preocupada en enseñar a sus estudiantes para la vida, acuerpada por directivos y supervisores, comprometidos en seguir formando y formándose mientras estén en el sistema, elevando cada vez más el nivel de la calidad de la enseñanza. Lo que sucedió en el primer receso escolar no puede repetirse, la oposición de los gremios se entiende porque se oponen a todo con tal de seguir con el sistema como está, son los únicos funcionarios que tienen seis semanas de vacaciones, argumentando que necesitan el tiempo para planificar y evaluar; sin embargo, al reiniciar las clases, muchos docentes no tienen listas las planillas de calificaciones ni las planificaciones semanales.
Lo que no es posible es que los propios directores se opongan a formar a los docentes, escudados en leyes, cuando en otros países, como por ejemplo Israel, son los propios directores, como líderes pedagógicos, los que colaboran en la formación docente y además tienen horas de clase en sus centros educativos, y es en esta dirección hacia la cual nuestro sistema educativo debe encaminarse.
