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Frente nacional contra la intervención

Frente nacional contra la intervención
Los manifestantes protestan contra las políticas y órdenes ejecutivas del presidente estadounidense Donald Trump en California, Estados Unidos. EFE

Estamos viviendo la recomposición de un nuevo orden internacional. Es el segundo ejercicio que han vivido las dos últimas generaciones, pues en la década de 1980, con las iniciativas neoconservadoras expuestas por el Consenso de Washington, las desregulaciones y la globalización acabaron con el Estado de Bienestar impulsado después de la depresión de los años 20.

Los neoconservadores lograron implementar su modelo con un método cargado de sutilezas y promesas de un nuevo Dorado, usando como herramientas para lograr sus objetivos al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, y contando con la fortaleza del dólar como moneda de circulación internacional.

Paralelamente a estos acontecimientos, la política exterior de contención de Estados Unidos para debilitar al campo socialista jugó una carta magistral al dividir a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y a China. Esos hechos, junto al proceso globalizador, fortalecieron a Estados Unidos en la arena internacional y permitieron a China salir del aislamiento para participar en el comercio internacional activamente.

El posterior derrumbe de la URSS consolidó aún más la hegemonía estadounidense en el planeta, pero al mismo tiempo sembró las semillas de la crisis que hoy padecen, ya que en las últimas décadas la economía se debilitó a consecuencia de la globalización que encabezaban, y pasó de ser un país industrializado exportador a dependiente de las importaciones extranjeras para satisfacer la demanda interna y del financiamiento exterior para financiar el creciente déficit fiscal, mientras los trabajadores eran afectados en sus ingresos.

China, por su parte, experimentó un crecimiento descomunal en esas décadas. La producción alcanzó niveles altísimos que la llevaron a convertirse en una potencia de primer orden, sacando a más de 800 millones de personas de la pobreza, mientras que, por otra parte, India y otros Estados emergentes, incluyendo a Rusia, lograron mejorar sus economías y el nivel de vida de sus conciudadanos.

En gran medida, la actual crisis de Estados Unidos se explica por el proceso de globalización concebido e impulsado por sus élites oligárquicas, en su afán de maximizar sus beneficios. Poca atención pusieron a los efectos negativos que generaría a sus connacionales cuando colocaban sus activos en el mercado internacional y trasladaban sus industrias a China y a países subdesarrollados.

Ante esta nueva realidad, el trumpismo y su élite oligárquica buscan recobrar el terreno perdido y recuperar el poder relativo estadounidense en el escenario mundial, para Make America Great Again. Pero en esta ocasión, aplica un método primitivo, más agresivo, anglosajón, como los vikingos depredadores, distinto al que utilizó la élite del Consenso de Washington, dado que el orden mundial, con la fortaleza económica de China, la creación de los BRICS y la recuperación económica de Rusia y su poder nuclear, pone en peligro su supremacía.

Ello lleva a Trump -codicia aparte- a usar métodos intempestivos, a patear la mesa del orden internacional, a reeditar métodos de conquistas como los que usaron contra las comunidades aborígenes norteamericanas, a cercenar parte del territorio mexicano, a desarrollar guerras en Viet Nam, Irak y otras regiones del planeta.

A tomarse Groenlandia, convertir Canadá y Panamá en nuevos Estados de la Unión, a desconocer tratados y acuerdos internacionales, pisotear la Carta de las Naciones Unidas, condenar instituciones jurídicas y sociales internacionales, declarar guerras económicas a todos aquellos que considera ladrones y abusadores de la “nobleza” de Estados Unidos, hasta destruir la Organización Mundial del Comercio, gran tribunal de la globalización.

La desfachatez del presidente de Estados Unidos alcanza su culmen cuando propone una paz canalla en la guerra contra Rusia, a cambio de que Ucrania entregue sus recursos naturales a sus amigos oligarcas y deja a sus “socios” europeos estupefactos y colgados de la brocha, con el alza de aranceles a las importaciones y la amenaza de retirarse de la OTAN.

Es en ese contexto que debemos insertar la ofensiva de Trump hacia nuestro país. Pero lo más grave no es Trump ni sus pretensiones; lo más lamentable y peligroso es la actitud paralizante del gobierno de José Raúl Mulino que no establece una estrategia clara ni que denuncie lo conversado durante una hora con Rubio. Han sido los hechos posteriores y la conducta sumisa de los funcionarios del gobierno los que develan la conversa, hechos que ofenden la dignidad, la historia y la soberanía nacional y que reflejan una indignante sumisión. Al no estar el gobierno de Mulino en la sintonía nacional, se impone la creación de un frente nacional para enfrentar la blandenguería interna y la intervención de la élite mafiosa gringa.

El autor es abogado y ex secretario general del PRD.


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