Así inicia el himno al Maestro, de don Santos Jorge, alabando a quien vela por la Patria. Panamá vive una crisis social que ha desencadenado huelgas y paralizaciones en diversos sectores, incluido el sistema educativo. Sin embargo, persiste una campaña malintencionada que busca desmeritar a maestros y profesores con la pobre excusa de que, por su culpa, se han perdido muchos días de clases. Pensé que, con el retorno a las aulas, esa campaña denigrante contra ellos terminaría, pero me equivoqué. Cada día leo y escucho quejas que los tildan de haraganes, anarquistas, izquierdistas, perdedores e, incluso, de ladrones, solo por exigir el pago de los días no laborados.
Es cierto que el pago de esos salarios debe definirse judicialmente, atendiendo los artículos que regulan la huelga. Pero llamar ladrones a quienes nos enseñaron a leer y escribir es una falta de respeto para todos los que integran el sistema educativo, incluidos los propios estudiantes. El país no percibe que el gobierno, de manera astuta, casi maquiavélica, está apartando de su camino a quienes se oponen a sus decisiones. Y lo más peligroso es que busca desprestigiarlos socialmente, martirizándolos para que nadie crea en ellos.
Ahí están los ejemplos: Suntracs y sus dirigentes. A Saúl Méndez lo enviaron primero a prisión y luego a arresto domiciliario; Genaro López tuvo que refugiarse en una embajada. Y no soy simpatizante de Suntracs: exijo que paguen si violaron la ley. Pero atemoriza ver cómo eliminan a quienes se manifiestan contra el gobierno. En Bocas del Toro, el dirigente Smith corrió la misma suerte: tras firmar acuerdos para levantar el paro bananero, lo judicializaron y encarcelaron, acallando una voz crítica en su provincia y responsabilizándolo por la pérdida de miles de empleos, cuando la verdadera culpa fue del gobierno al permitir que la Ley 462 afectara a los bananeros. Cuando finalmente aceptaron ese error y modificaron la ley, ya era demasiado tarde. También el dirigente indígena Toribio —una voz muy escuchada— ha sido judicializado y silenciado.
Ahora el gobierno va contra los maestros: no solo les descontó salarios, sino que a muchos los separó de sus cargos. Resulta incoherente que nadie recuerde que, hace apenas un par de años, fueron ellos quienes lideraron la lucha contra la inflación del combustible y la canasta básica, permitiendo que la mayoría de los panameños llenara sus tanques a un precio más accesible. ¿O ya olvidamos que, gracias a la presión de los maestros, se declaró inconstitucional el nefasto contrato minero que perjudicaba a Panamá y no representaba en nada los intereses nacionales? Aquella lucha cobró la vida de dos maestros, asesinados a tiros por un civil.
A lo largo de la historia, los maestros han velado por los intereses de la Patria. La educación es vital para el desarrollo de cada niño y cada joven; gracias a los maestros, el país se construye no solo en lo académico, sino también en valores y amor a la Patria. Si no respetamos a quienes nos educan, estaremos encaminándonos a un oscuro relativismo que traerá como consecuencia la peor de las condenas: quedar a merced de las malas decisiones de quienes gobiernan.
El autor es trabajador independiente.

