Cuando escuchamos “salud mental”, pueden venirnos varias ideas a la mente sobre su significado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), salud mental es “un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente, y contribuir a la mejora de su comunidad”. Tomando en cuenta que la covid-19 dio un duro golpe a la salud mental mundial como consecuencia del aislamiento social, esta definición nos lleva a preguntarnos: ¿lo que está sucediendo en nuestro país puede afectar nuestra salud física y mental?
Como seres humanos, dependemos de lo que sucede en nuestro entorno, pues somos seres biopsicosociales. Debemos considerar cómo nos encontramos a nivel biológico, psicológico y social para entender las razones por las que actuamos y sentimos. No somos seres aislados, aunque a veces haya situaciones que nos hagan sentirlo.
Estamos al tanto de las situaciones que hemos vivido como resultado de manifestaciones, protestas y, recientemente, de lo que se está viviendo en nuestra hermana provincia de Bocas del Toro, donde niños, jóvenes, adultos y personas mayores enfrentan una crisis en su vida diaria.
Cuando nuestro cerebro percibe señales de peligro, enseguida se activa nuestro sistema de alerta —la amígdala— para protegernos y tratar de mantenernos a salvo por instinto. No obstante, esto no nos exime de sentir preocupación, tensión, ansiedad, estrés, tristeza y miedo, más aún cuando uno de nuestros principales derechos humanos se ve afectado: nuestra salud mental.
No hay salud sin salud mental. La crisis social que estamos experimentando, además de las muchas consecuencias que se muestran en las noticias, también puede provocar un incremento en los diagnósticos de trastornos mentales o condiciones que afecten el presente y el futuro de hombres, mujeres y niños. A esto se suma el impacto de la interrupción de clases en la salud emocional de la niñez y la juventud. En la vida cotidiana no se nos enseñan herramientas para construir resiliencia, que nos permita avanzar con fortaleza.
Las situaciones que incluyen conflictos políticos, guerras y violencia afectan el desarrollo cognitivo, la toma de decisiones y, en general, la capacidad de concentración de las personas, debido a la inestabilidad social que genera desconfianza y resentimiento, especialmente hacia los dirigentes políticos, cuya principal función, en teoría, es velar por el avance de la nación y garantizar la seguridad y el bienestar de la ciudadanía.
En Panamá, cada 22 de junio se conmemora el Día del Psicólogo. Ante los actuales retos en salud mental, el llamado a la acción es claro:
Si usted está experimentando emociones y pensamientos abrumadores por la crisis que vivimos, busque ayuda. Exprese lo que está sintiendo; hágalo por usted y para usted. Los profesionales de la salud mental pueden guiarle hacia un escenario donde el autocuidado sea la prioridad. Hay situaciones que escapan de nuestras manos, pero hay otras sobre las que sí podemos actuar y convertirnos en agentes de cambio, sobre todo en el Panamá actual, que necesita ciudadanos comprometidos con la defensa de la institucionalidad democrática, tan arduamente construida. Para ello, es necesario encontrarnos en un estado psicológico funcional, que nos permita analizar y actuar con criterio, no solo por emoción.
Psicólogos de este país: en medio del caos, recordemos nuestros principios éticos y aprovechemos los recursos que nos brinda nuestra formación para servir a una comunidad que nos necesita. Aportemos valor y sembremos una semilla diferente que pueda orientar tanto a gobernantes como a gobernados en la toma de decisiones. Se requiere una rehabilitación social y un trabajo interdisciplinario para ofrecer soluciones a estos conflictos y a sus consecuencias.
Panamá no necesita más personas con conductas antisociales. Mientras no entendamos que el bienestar emocional del pueblo es tan importante como su estabilidad financiera, seguiremos repitiendo un ciclo de sufrimiento y caos personal. La salud mental no es un lujo: es una urgencia. No debemos normalizar el vivir —o sobrevivir— al borde del colapso.
La autora es egresada del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2022.
