Panamá y San Miguelito, los dos distritos más densamente poblados del país, enfrentan al mismo tiempo un dilema estructural: cómo garantizar un servicio de recolección de basura que no solo funcione, sino que responda a una visión urbana coherente. En uno, el Estado tuvo que asumir directamente la operación tras años de problemas acumulados. En el otro, la alcaldía lanza una consulta para diseñar su futura licitación. Ambos escenarios revelan la misma falla: la ausencia de planificación metropolitana.
No se trata solo de elegir bien al contratista. Se trata de saber exigir, fiscalizar y corregir cuando se incumple. Durante años, las comunidades han convivido con basura acumulada, veredas intransitables y riesgos sanitarios, mientras las autoridades respondían con parches.
La oportunidad actual es crítica. San Miguelito puede construir un modelo distinto. Pero para lograrlo, debe partir del principio más elemental: pensar en los habitantes primero, no en los contratos. Porque sin visión metropolitana, lo único que se seguirá reciclando es el fracaso.
