Las recientes restricciones migratorias impuestas por Donald Trump ya están cobrando factura en la región. Cerca de 200 migrantes, en su mayoría venezolanos, han quedado atrapados en la frontera entre Panamá y Costa Rica tras el cierre de opciones para llegar a Estados Unidos. La abrupta eliminación de CBP One ha dejado a muchos sin una vía legal, forzándolos a regresar a sus países o a quedar en un limbo migratorio.
Panamá y Costa Rica enfrentan una creciente presión en sus albergues. En respuesta, sus ministros de Seguridad, Frank Ábrego y Mario Zamora, han intensificado reuniones bilaterales para buscar soluciones. Mientras tanto, Senafront y Migración han reforzado los controles fronterizos y devuelto a quienes intentan ingresar sin autorización.
A pesar de la reducción del 42% en el flujo migratorio por Darién, el problema persiste. La política estadounidense sigue marcando el destino de miles, pero la región, sin recursos suficientes, sigue pagando las consecuencias de decisiones tomadas a miles de kilómetros de distancia, tanto en el norte como en el sur.
