203 médicos recién graduados quedaron sin plaza de internado, mientras el país enfrenta un déficit crítico de especialistas, sobre todo cardiólogos y anestesiólogos. La paradoja es evidente: formamos médicos que no pueden completar su entrenamiento y, al mismo tiempo, hospitales del interior carecen de profesionales para atender emergencias vitales.
El problema no es coyuntural, sino estructural. Las universidades privadas continúan graduando más estudiantes de los que el sistema puede absorber, sin una planificación conjunta con el Ministerio de Salud ni la Caja de Seguro Social.
Formar médicos sin garantizar su campo de práctica es un lujo que Panamá no puede permitirse. La salud pública requiere una estrategia integral: limitar ingresos según la capacidad docente y hospitalaria, abrir más plazas de internado donde se necesiten médicos y estimular la especialización en áreas críticas.
Cada médico que no logra formarse es una oportunidad perdida para un país que necesita, con urgencia, fortalecer su sistema de salud.
