La limpieza de hospitales públicos es un servicio esencial que debería estar blindado por la transparencia. Sin embargo, lo que hemos visto en los últimos días es todo lo contrario: una decisión administrativa opaca, que favorece directamente a una empresa cuestionada, sin licitación ni convocatoria pública.
Hombres de Blanco —parte del consorcio Salud e Higiene Hospitalaria— ha desplazado completamente a Sicarelle Holding, también rodeada de controversias, sin que medie un proceso abierto, competitivo ni transparente. El Ministerio de Salud argumenta necesidades operativas y contención del gasto, pero omite lo más básico: informar cuánto costará este nuevo contrato, cómo se escogió al proveedor y por qué no se cumplió con la promesa de abrir una licitación en marzo.
Lo que está en juego no es solo dinero público, sino la confianza ciudadana. Las contrataciones por vía directa deben ser excepcionales y justificadas con rigor, no usadas como atajos administrativos. La limpieza de nuestros hospitales merece pulcritud, no solo en los pisos, sino también en la gestión pública.
