Una propuesta que buscaba dar alivio al sistema de seguridad social terminó siendo el punto de partida de semanas de paralización y confrontación. La Ley 462 fue discutida y aprobada, pero su contenido fue desplazado por una oleada de desinformación que generó miedo y rechazo. ¿Qué se logró? La salida de la principal empresa de una provincia históricamente marginada. Miles de empleos perdidos, tanto en agricultura como en turismo. Infraestructura pública y privada destruida. Rutas bloqueadas. Y una población golpeada, no solo en su economía, sino también en su esperanza.
¿Quién paga los platos rotos? Inevitablemente, los mismos ciudadanos que, con o sin razón, quedaron atrapados en medio de este conflicto.
Hoy, superada la etapa más crítica, el país enfrenta el reto de reconstruir lo perdido. Y más difícil aún: recomponer la confianza. Para avanzar se necesitará trabajo duro, diálogo honesto y memoria activa. Porque lo que no se aprende, se repite. Y Panamá no puede darse el lujo de volver a tropezar con los mismos errores.
