El país arrancó el segundo trimestre escolar sin la información más básica: ¿cuántos docentes se reincorporaron? ¿En cuántos centros aún no hay clases? El Ministerio de Educación guarda silencio o responde con cifras parciales. Mientras tanto, miles de estudiantes siguen en vilo, pagando el costo de una pugna política donde los protagonistas ya no parecen tener salida clara.
La ministra Lucy Molinar advirtió reemplazos y sanciones, pero los procesos administrativos apenas comienzan. Del otro lado, los dirigentes magisteriales —que convocaron a una huelga indefinida desde abril— insisten en mantener la presión, aunque el respaldo en las aulas disminuye. A estas alturas, el país también debe mirar con seriedad a quienes agitaron esta crisis sin una estrategia de solución responsable. Porque así como se cuestiona al gobierno por su manejo, toca exigir autocrítica a los gremios que paralizaron el sistema educativo.
La educación pública ya no resiste más incertidumbre. Los discursos ideológicos no llenan vacíos pedagógicos. Lo que se está perdiendo no se recupera con promesas.
