Panamá tiene el potencial de convertirse en un destino turístico de clase mundial. Nuestra ubicación estratégica, el Canal, la biodiversidad, las playas y la historia nos colocan en una vitrina privilegiada. Pero el reloj avanza, y no hay tiempo que perder.
El aeropuerto de Tocumen, principal puerta de entrada al país, alcanzará su máxima capacidad en 2028. Si no invertimos hoy en ampliaciones, accesos, conectividad y promoción, perderemos competitividad frente a los más de 180 países que compiten por atraer visitantes.
La empresa privada está lista para invertir y crecer, pero necesita condiciones claras: seguridad jurídica, infraestructura y una hoja de ruta definida. El turismo no puede seguir en pausa ni depender solo del gobierno. Requiere acción conjunta, visión compartida y compromiso inmediato.
Postergar decisiones estratégicas hoy significa frenar uno de los motores más potentes de desarrollo y empleo del país. Y eso, simplemente, no es una opción.
