En la vida se puede ser más o menos de todo, pero nunca ingenuo. Y en democracia, menos, y menos recién pasadas las elecciones generales que, como siempre, imponen un presidente minoritario sobre una amplia mayoría. Respetar las leyes no quiere decir que sean la mejores (y esta no lo es), aunque la victoria sea democrática, legítima y de obligado respeto.
También es ingenuo creer que la política se renueva o que la democracia se defiende: la política y la democracia son lo que son, ejercidas por ciudadanos honestos o corruptos. La democracia solo se defiende ejerciéndola honestamente, al igual que la política, que es un sistema que solo se puede aplicar bien o mal, pero no renovar. Es un asunto de ejercicio y de uso, no de transformación.
Ingenuo y populista es proponer que no cobre un vicealcalde porque no tiene funciones. Si no las tiene ¿para qué se convoca? Lo que tenemos que hacer es cumplir con nuestras funciones políticas, asistir a los plenos, no robar. Esta manera de parecer «honesto» es una muestra de la falta de conocimiento del sistema político y democrático.
Rematadamente ingenua es la idea del «borrón y cuenta nueva», como si el presidente electo no compartiese «formula» y cama política con un ciudadano cuya realidad legal es la de condenado, y que ha ido a refugiarse a una embajada, cometiendo la más grave ofensa contra su país: poner en duda su democracia para su beneficio. Que nadie olvide a los que se están yendo del poder, ni le pierdan ojo a los que llegan, que ser nuevo en política no quiere decir necesariamente «honesto».
No seamos ingenuos: la democracia dura toda la legislatura, cinco años, 24/7, y creer que todo saldrá bien no es garantía de que pase, como nada garantiza que el bolsillo se llenará de chenchén, por mucho que lo diga un presidente electo. Atentos todos, que nadie coma cuento y que siga el optimismo crítico.
El autor es escritor

