Para muchos de nosotros, es la mejor época del año. Para los niños, es la fecha más esperada. La Navidad, sin duda, es una de las festividades más importantes del cristianismo junto con la Pascua de Resurrección y Pentecostés. Y aunque esta festividad es de origen religioso, también es celebrada alrededor del mundo por personas de diferentes creencias religiosas e, incluso, por muchos que no practican ninguna de ellas.
La Navidad representa amor, ser mejor persona y dar sin esperar nada a cambio. Sin embargo, ¿qué tan cierta es esa frase que repetimos constantemente en diciembre a todos nuestros amigos, conocidos y familiares cuando les deseamos feliz Navidad?
En Panamá, lamentablemente, existen grandes brechas sociales y económicas que cada vez se acentúan más sin que se vea una solución a esta triste realidad. Y hay que ser realistas: la Navidad de nuestros gobernantes, desde el presidente hasta sus ministros, incluyendo a los diputados, no es la misma Navidad que viven miles de panameños. Con un presidente que hace gala del tradicional encendido del árbol de Navidad, cuando muchos no pueden siquiera costear el alto costo de la luz para suplir sus necesidades básicas; cuando el gobierno cacarea tanto sobre austeridad, pero el presidente se maneja todos los días con una escolta faraónica de más de cinco carros, motocicletas y hasta una ambulancia; cuando los diputados gozan de jugosos salarios, viáticos y prebendas casi innecesarias, regalando pavo y jamón a diestra y siniestra que no precisamente salen de sus bolsillos. Esto tampoco lleva un mensaje de feliz Navidad, sino de “cuenta con mi voto, ya sabes”. Mientras tanto, los jubilados viven —o más bien subsisten— con una pensión o jubilación de lástima. Décadas pasan sin que se les mire como debe ser. Para ellos, la Navidad está prohibida, pero eso no lo saben nuestros gobernantes.
Una ministra de Educación, que repite por segunda vez en esa posición, parece no haber aprendido mucho de la primera, cuando le tocó bajar y subir escaleras por cuestionamientos en su gestión. Ahora aparece regalando 17 carros al mejor estilo del famoso Santa Claus. No importa cuánto la cuestionen, ellos harán lo que les dé la gana. Al final, el dinero no es de ellos, así que les vale. ¿Que eran regalos de sus amiguitos? Entonces no los acepte y no caiga en cuestionamientos que, tarde o temprano, le pueden pasar factura.
Del Seguro Social ni hablar. Después de décadas de utilizar a la pobre Caja como piñata, como botín político y de que los militares aliados al PRD se dieron banquete con ella en los años 80, ahora le toca al pobre y sufrido pueblo dar su granito de arena para salvar al maltrecho Seguro Social. En buen panameño, unos pocos gozaron con la plata ajena y ahora nos toca a nosotros reparar el daño. Y si a eso le añadimos la mala, llegando a pésima, atención que brindan en el Seguro Social, donde no hay medicamentos, inclusive los más básicos, donde las estructuras y equipos no están acorde con los tiempos actuales y donde, personalmente, soy poco optimista de que esto mejore en los próximos años, el panorama no pinta bien para los asegurados.
De la justicia ni hablar. Parece que eso solo aplica para los congos que no tienen padrinos ni están en partidos políticos. ¿Cómo se puede vivir en esta época de paz y amor cuando lees que a un exrepresentante que se roba miles de dólares le dan trabajo comunitario? Que un diputado relacionado con casos de drogas sigue caminando como si no pasara nada por simples trabas burocráticas y legales que blindan a estos diputados y hacen casi imposible aplicarles la justicia que se merecen, mientras que a Pablo Pueblo, que no tiene ese escudo inmoral llamado inmunidad, en menos de lo que se persigna un ñato lo encarcelan sin necesidad de prueba idónea.
Qué tristeza vivir en un país donde se pasa de escándalo en escándalo, pero la justicia no castiga. Donde un expresidente acostado en una hamaca se burla de todo un país bajo la complicidad de las autoridades y todo indica que seguirá meciéndose en esa hamaca por mucho tiempo más. Un contralor que ha hecho lo que le da la gana, con fuertes cuestionamientos, y que seguro, después del 1 de enero, seguirá caminando como si nada pasara. Así es Panamá.
Sin embargo, a pesar de todos los vaivenes que vivimos los panameños, con un presidente que habla mucho y hace poco, con diputados —muchos de ellos de poca monta— que han demostrado que solo están ahí para satisfacerse ellos y sus grupos, no nos queda más remedio que poner nuestra mejor cara en esta época navideña, sonreír y ser felices junto a nuestras familias y amigos. Que estos políticos no opaquen, por lo menos en estas fechas, nuestro entusiasmo navideño y ese deseo de desearle a todos los que nos rodean una feliz Navidad.
El autor es publicista.

