Imagina a un “pela’o” de San Miguelito. Sus ojos brillan con sueños aún no definidos y su mente bulle con preguntas sin responder. Con su diploma recién conseguido, se encuentra en esa encrucijada vital en la que las decisiones pesan y los caminos se multiplican. ¿Universidad? ¿Trabajo inmediato? ¿Cómo navegar el laberinto de becas disponibles? ¿Qué vocación seguir cuando nadie te ha ayudado a descubrirla? Mientras el tiempo avanza implacable, sus aspiraciones corren el riesgo de marchitarse en el limbo de las oportunidades perdidas.
Este no es un relato aislado. Es la crónica silenciosa que se repite en cientos de hogares panameños, donde los jóvenes, tras años de educación formal, emergen con certificados pero sin brújula. La paradoja resulta dolorosa: aunque más adolescentes completan la secundaria, los recursos para orientarlos hacia su futuro permanecen dramáticamente insuficientes. El dato es contundente: un solo orientador debe atender a quinientos estudiantes en muchas escuelas públicas, convirtiendo la guía personalizada en una quimera. Así, nuestra juventud —especialmente en comunidades vulnerables— queda suspendida entre la ambición legítima y la falta de dirección concreta.
Esta brecha no surge por accidente. Es el resultado palpable de años de políticas públicas fragmentadas que han desatendido la transición crítica entre escuela y vida adulta. El divorcio entre contenidos académicos y demandas laborales resulta abismal: mientras el mercado evoluciona vertiginosamente, las aulas permanecen ancladas en paradigmas obsoletos. Las opciones técnicas, a menudo ignoradas; las pasantías, prácticamente inexistentes. Peor aún, el acceso a información vital se distribuye con cruel desigualdad: algunos jóvenes navegan con facilidad el universo de oportunidades digitales, mientras otros —particularmente en barriadas populares y comarcas— desconocen, incluso, su existencia.
Es precisamente en este contexto donde Pela’o Pro emerge no como panacea mágica, sino como faro de posibilidades concretas. Este proyecto, nacido desde la empatía y estructurado con rigor, se fundamenta en una convicción radical: el talento juvenil panameño no carece de potencial, sino de puentes que lo conecten con oportunidades reales.
Diseñado para adolescentes de 16 a 18 años en situaciones de vulnerabilidad social, Pela’o Pro construye caminos donde antes había muros. Su metodología parte de lo fundamental: reconocer que cada joven es un universo con historia propia. El proceso inicia con un diagnóstico personalizado que desemboca en la acogida a un espacio donde la orientación se vuelve experiencia integral, no mero trámite burocrático. Allí, los participantes encuentran no solo información, sino acompañamiento emocional y un entorno seguro donde cultivar habilidades críticas para el mundo contemporáneo.
El programa piloto ha rendido frutos tangibles. Los testimonios lo confirman: jóvenes que antes divagaban sobre su futuro ahora articulan proyectos concretos, han fortalecido su comunicación asertiva y cultivado la autoconfianza necesaria para perseguir metas ambiciosas.
La innovación del proyecto se extiende al ámbito digital. Su plataforma en línea democratiza el acceso a recursos cruciales, ofreciendo desde tutoriales prácticos hasta un chatbot que responde consultas sobre oportunidades formativas y laborales. La premisa es simple pero revolucionaria: la información valiosa debe llegar a todos los bolsillos, literalmente, a través de cualquier teléfono móvil.
Pela’o Pro no opera en el vacío conceptual. Su estructura se alinea estratégicamente con tres Objetivos de Desarrollo Sostenible: educación de calidad, trabajo digno y reducción de desigualdades. No se trata de asistencialismo superficial, sino de transformación estructural.
Los números iniciales son modestos pero prometedores: quince jóvenes de Mano de Piedra ya han experimentado el impacto del programa. La verdadera promesa radica en su replicabilidad, en su capacidad de extenderse como modelo hacia otras comunidades con necesidades similares.
La sostenibilidad del proyecto depende de un ecosistema colaborativo. Cada sector tiene un rol crucial: empresas aportando experiencias prácticas, universidades facilitando puentes académicos, medios amplificando historias que merecen visibilidad. No es casualidad que Pela’o Pro forme parte del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2025, plataforma que potencia iniciativas juveniles transformadoras a escala regional.
Pela’o Pro representa un voto de confianza en la próxima generación panameña. Es la mano extendida que promete: ningún talento quedará sepultado por falta de oportunidades. La pregunta ahora nos interpela: ¿seguiremos contemplando pasivamente cómo el potencial juvenil se desperdicia o nos comprometeremos activamente con su florecimiento?
El autor es participante del LLAC 2025.
