He escuchado en varias ocasiones la famosa frase: “En Panamá no se lee”, que nos cataloga de esta forma, como incultos. Es evidente que se está generalizando a toda una población, y pienso que es una irresponsabilidad de aquellos que así lo señalan.
Como parte de la sociedad, considero que no nos merecemos ese calificativo generalizado. Nuestros jóvenes sufren el señalamiento directo de ser lectores limitados. ¡Claro está!, son los estudiantes del presente.
No se puede ocultar que los buenos modales y la falta de civismo afectan el comportamiento de la juventud, pero si nos vamos a la raíz del problema e identificamos qué factores han incidido, posiblemente, aquellos que lo señalan con calificativos negativos sean los verdaderos culpables. Me refiero a los padres de familia, que somos la mayoría.
¿Y por qué digo esto?, muy sencillo, porque hemos fallado en nuestro rol de ser los educadores primarios de nuestros hijos, y porque la base de la educación empieza en el hogar, no en las escuelas ni en los colegios.
Pero también hay otra realidad que debemos aceptar, y es que la tecnología ha tenido una influencia grandiosa entre los jóvenes. Las épocas cambian y los libros no son la excepción de la regla. La lectura impresa no ha desaparecido, solo ha disminuido su preferencia.
Hoy día gran parte de los jóvenes se sienten más cómodos leyendo en sus celulares o computadoras. Pero al no verlos con un libro impreso en sus manos, lo primero que pensamos es que no leen, cuando ahora estas herramientas modernas hacen que muchos de ellos lean más de lo que algunos de nosotros lo hacíamos en nuestra juventud, por diferentes factores adversos.
En los últimos años, como escritor, he dedicado la mayor parte de mi carrera a los jóvenes. Desde julio de 2011 hasta la fecha, recorrí todo el país y participé en más de 250 conversatorios con jóvenes, que me mostraron la otra cara de su relación con la lectura. Durante esas reuniones, logré reunir a más de 20 mil estudiantes en diferentes provincias, quienes me demostraron a través de sus preguntas mucho interés en propuestas literarias.
En una ocasión, un colega me dijo: “El escritor no debe buscar temas para su escritura. Yo escribo lo que a mí me gusta y así debe ser”. Evidentemente, me estaba cuestionando, porque yo busco temas que afecten a los jóvenes, pero con la seguridad de que sean de su agrado. Esto lo hago para dejarles un legado y tratar de contribuir con el nombre del programa “Creando conciencia a través de la literatura”, que impulso como escritor, y que cuenta ya con 114 mil 905 obras editadas en 6 años.
No siempre lo que a mí me gusta le gustará a los demás. De esto se trata, de no obligar a los jóvenes a leer el tipo de literatura lineal y sinsentido para ellos, solo porque al profesor, a su padre o a su abuelo le gustó hace 30 años. Un libro que les hable del telégrafo, en vez del “chat”, por ejemplo. Mientras se insista en esto, se obtendrán los mismos resultados.
Lo mejor sería acostumbrarlos a escuchar desde pequeños narraciones de literatura infantil y crearles el hábito de la lectura.
Considero que la juventud es una fuente de riquezas, y que la vejez es la sabiduría adquirida de esa fuente.
