En Panamá, muchos inician su vida con una cuesta empinada. Pero en ese terreno difícil también germina la fuerza que transforma el destino. La clave no está en ignorar las complejidades del entorno, sino en transformarlas mediante una actitud consciente, estratégica y profundamente resiliente.
La humildad no es pasividad. La escasez de recursos no es una sentencia inmutable, incluso en un país con profundas desigualdades. Al contrario: las limitaciones pueden activar una agudeza mental y una inventiva que quienes han vivido en comodidad rara vez desarrollan. La primera lección es simple pero poderosa: valora y aprovecha cada recurso que tienes. Esto implica una gestión impecable de lo disponible. Un centavo ahorrado. Una hora en un taller comunitario. Una conversación en el barrio. Cada uno es una semilla de futuro. La eficiencia se vuelve virtud, no por obligación, sino por convicción: cada pequeño paso suma y acerca a la meta.
La percepción también es una fuerza. En un país donde la imagen y los contactos pesan, la clase humilde puede pasar desapercibida. Lejos de ser una debilidad, esa invisibilidad puede volverse ventaja. Te permite observar con calma, aprender sin presión, planear sin levantar sospechas. Mientras otros compiten de forma ruidosa, tú puedes tejer redes auténticas, acumular conocimiento en silencio y desarrollar habilidades que el mercado panameño demanda. La paciencia, entonces, se vuelve aliada: avanzar con constancia vale más que los arranques impulsivos.
La autosuficiencia y el ingenio son pilares en este camino. No esperes que el gobierno o las grandes empresas resuelvan todo. La dependencia es un lastre. Aprende a resolver con lo que tienes, ya sea con un emprendimiento desde casa o reparando algo tú mismo. No rechaces la ayuda oportuna, pero cultiva una mentalidad de “resuélvelo con tus propios medios” siempre que sea posible. Aprende oficios, explora el diseño digital, adapta tus habilidades. La capacidad de reinventarte y aprender continuamente te hará invaluable. Cada nueva destreza es una puerta que se abre por tu propio esfuerzo.
Construir relaciones genuinas también es vital. En Panamá, el “networking” importa, pero no se trata de adular ni pedir favores. Se trata de vínculos reales, basados en respeto mutuo y colaboración. La humildad auténtica abre puertas que la arrogancia cierra. La gente responde mejor a quienes muestran sinceridad y deseo de conectar, sin importar el estatus social. Esas relaciones pueden convertirse en una red de apoyo, conocimiento y oportunidades, tanto en la ciudad como en las comarcas.
Finalmente, la resiliencia. La adversidad no es el final, sino una prueba de carácter. Quienes se adaptan sin quebrarse, que se ajustan a los cambios con agilidad y se levantan tras cada caída, son quienes avanzan con más fuerza. La frustración es natural, pero no debe dominar tu espíritu. Transfórmala en combustible para seguir, en lección para crecer. La persistencia silenciosa y la determinación implacable son las armas verdaderas de quien aspira a progresar en el Panamá de hoy.
Tu camino quizá sea más arduo que el de otros, pero la sabiduría adquirida y la fortaleza interna que forjes serán, sin duda, tu tesoro más duradero. En cada obstáculo superado, el forjador no solo avanza: se transforma.
La autora es docente.

