La biodiversidad es la variedad de formas de vida que existen en la naturaleza, desde los genes hasta los ecosistemas. Es esencial para el funcionamiento de los servicios ecológicos que sostienen la vida humana, como la producción de oxígeno, la purificación del agua, la polinización, el control de plagas y la regulación del clima, entre otros. Sin embargo, está amenazada por múltiples factores: la deforestación, la contaminación, el cambio climático, la invasión de especies exóticas, la sobreexplotación de recursos, el crecimiento demográfico y el consumo insostenible.
Los pueblos originarios son aquellos que conservan sus formas de vida, identidad, cultura, tradiciones y territorios ancestrales, a pesar de los efectos de la colonización y la globalización. Se estima que hay más de 370 millones de personas indígenas en el mundo, que hablan más de 4,000 lenguas y ocupan el 22% de la superficie terrestre. Estos pueblos tienen una relación especial con la naturaleza, basada en el respeto, la reciprocidad, la armonía y su propia cosmovisión. Poseen conocimientos tradicionales sobre la biodiversidad, acumulados y transmitidos de generación en generación, que les permiten manejar y conservar los recursos naturales de forma sostenible.
La biodiversidad y los pueblos originarios están íntimamente vinculados: la primera depende de los segundos para su preservación, y los segundos dependen de ella para su subsistencia y bienestar. Según la ONU, los territorios indígenas albergan el 80% de la biodiversidad mundial, lo que demuestra el papel clave que juegan estos pueblos en la protección de la naturaleza. A su vez, la biodiversidad les provee alimentos, medicinas, materiales, energía, espiritualidad y cultura, elementos fundamentales para su calidad de vida.
En Panamá y Latinoamérica, la biodiversidad y los pueblos originarios enfrentan numerosos desafíos y amenazas que ponen en riesgo su existencia y su aporte al planeta. Entre estos desafíos se incluyen: la pérdida y fragmentación de hábitats, la minería, la construcción de megaproyectos, la expansión de la frontera agrícola y ganadera, el narcotráfico, la violencia, el desplazamiento, la discriminación, la pobreza, la falta de reconocimiento legal y de participación política, la asimilación cultural y la pérdida de lenguas. Estos factores generan conflictos socioambientales que afectan la salud, la seguridad, los derechos humanos y la soberanía de los pueblos originarios, así como la integridad y diversidad de los ecosistemas.
Ante esta situación, es necesario promover acciones urgentes y conjuntas que garanticen la conservación de la biodiversidad y la pervivencia de los pueblos originarios en Panamá y Latinoamérica, como parte de una estrategia global frente a la crisis ecológica y social del planeta. Algunas de estas acciones incluyen: el fortalecimiento de la gobernabilidad y el autogobierno indígena; el respeto y la protección de los derechos territoriales, culturales y colectivos; el diálogo intercultural y la consulta previa, libre e informada; el apoyo a las iniciativas de manejo y restauración ecológica impulsadas por los pueblos originarios; el reconocimiento y la valoración de sus conocimientos tradicionales y su aporte a la ciencia y la innovación; la educación ambiental y la sensibilización social sobre la importancia de la biodiversidad y los pueblos originarios; y la cooperación y solidaridad entre actores locales, nacionales e internacionales.
La biodiversidad y los pueblos originarios son dos pilares fundamentales del desarrollo sostenible y la justicia ambiental. Juntos, forman una alianza vital para la sostenibilidad del planeta. Su conservación es una responsabilidad compartida y una oportunidad para construir un futuro más equitativo, diverso y resiliente para todos.
El autor es empresario verde y ecologista.

