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La encrucijada panameña entre su independencia monetaria, económica o la sumisión a Estados Unidos

La encrucijada panameña entre su independencia monetaria, económica o la sumisión a Estados Unidos
Un buque de carga sale del canal de Panamá por el lado del océano Pacífico, en Ciudad de Panamá, el 4 de febrero de 2025 / AFP

La población panameña es testigo en tiempo real, a través de diferentes medios de comunicación, redes sociales, diarios y plataformas digitales, de lo que podemos denominar “una crisis diplomática”, generada por las pretensiones del gobierno de Estados Unidos de arrebatarnos el control del Canal de Panamá. Esto lo argumentan con falsedades sobre una supuesta violación del Tratado de Neutralidad, firmado entre los dos países el 7 de septiembre de 1977.

Es importante hacer una breve cronología e historia de la dolarización en Panamá, para que este escrito sirva de ilustración. La dolarización inicia con el Tratado de Paz, Navegación y Comercio, también conocido como Mallarino–Bidlack, firmado el 12 de diciembre de 1845 entre Estados Unidos y la Nueva Granada, hoy Colombia. Aunque el tratado no estipuló explícitamente el uso del dólar, la influencia económica y la presencia de Estados Unidos en la región promovieron su utilización en las transacciones comerciales. Es preciso mencionar que el Departamento del Istmo de Panamá tenía una capacidad productiva limitada para la época y su población rondaba los 130 mil habitantes, según lo ha documentado Omar Jaén Suárez en su libro El Siglo XVIII Colonial (1740-1850).

El gobierno del general Tomás Cipriano de Mosquera, en su primer mandato (1845-1849) en la República de la Nueva Granada, buscaba reducir la influencia y la dependencia económica de Inglaterra. Apenas unos años antes, en 1841, los británicos habían apoyado con sus tropas el desembarco del Rey Mosquito en Bocas del Toro.

Como consecuencia, se aceptó la propuesta de la compañía estadounidense The Panamá Railroad Company para construir un ferrocarril interoceánico a través del Istmo de Panamá, con una terminal en Colón, en el Atlántico, y otra en la ciudad capital, en el Pacífico. Con una extensión de 77 km, el proyecto fue impulsado por la Fiebre del Oro, que comenzó en Coloma, California (1848-1855).

Durante la construcción del ferrocarril, se autorizó a la empresa para pagar los salarios de los trabajadores, así como las compras y transacciones en dólares estadounidenses. Toda esta relación se basó en lo acordado por el Tratado Mallarino-Bidlack. Estados Unidos tenía el compromiso de garantizar el libre tránsito ininterrumpido entre el Pacífico y el Atlántico, además de asegurar la total neutralidad del Istmo de Panamá, lo que abrió las puertas al colonialismo por parte de Estados Unidos en Panamá hasta 1999.

Es importante destacar el periodo de la Guerra de los Mil Días (1899-1902). En el Istmo de Panamá, la guerra comenzó a inicios de 1900 y trajo consigo los efectos típicos de todo conflicto bélico, como los procesos inflacionarios y otras consecuencias. El gobierno colombiano, para financiar la guerra, emitió más moneda, lo que exacerbó la inflación al aumentar la cantidad de dinero en circulación sin un respaldo correspondiente en bienes y servicios.

La desvalorización de la moneda ocasionó inestabilidad económica, reduciendo su poder adquisitivo y afectando gravemente a la población, lo que dio paso a una hiperinflación de 398.9% en su tope máximo (Alejandro López, El Banco de la República: antecedentes, evolución y estructura). El país carecía de una estructura económica lo suficientemente fuerte y desarrollada. En este contexto, el Departamento del Istmo de Panamá se aproximaba a una fecha que sería un punto de inflexión para nuestra historia: el inicio de nuestra era republicana, al adquirir Panamá su condición de país independiente al separarse de Colombia.

Con la firma del nefasto Tratado Hay-Bunau Varilla el 18 de noviembre de 1903, da continuidad al mayor proyecto de ingeniería de la época en Latinoamérica; el Canal de Panamá, que venía de un fracaso de construcción por parte de los franceses; iniciando Estados Unidos la construcción el 4 de mayo de 1904, el impacto económico de la construcción del Canal determinó de manera contundente la dolarización en nuestro país, la diplomacia del “dólar” se impuso junto con el pmperialismo estadounidense. Es importante mencionar que a principios de siglo XX estaba en circulación legal la moneda colombiana, la cual va tener gran repercusión en nuestro país, aún mucho después de nuestra separación de Colombia. Estas monedas fueron el cuarto real o cuartillo y el peso, que tenía un equivalente a diez reales (José del C. Solís, Aspectos del Mercado Financiero y elementos de Moneda y Banca en Panamá). Sin embargo, circularon de alguna medida también monedas francesas. Las monedas francesas y colombianas fueron retiradas a finales de 1904 con el fin de introducir la moneda nacional, el balboa panameño de paridad con el dólar estadounidense; amparados por el instrumento jurídico, el Convenio Monetario Internacional Taf-Arias, Morales, firmado entre Panamá y Estados Unidos, legalizado mediante el decreto N° 74 del 6 de diciembre de 1904. De esta forma el dólar estadounidense se convierte en la moneda de curso legal en Panamá. Cabe destacar que el balboa y sus fracciones eran aceptadas en las transacciones que se realizan en todo el territorio de la Zona del Canal, según refiere Solís en el documento antes citado.

En los primeros años de la utilización del balboa panameño con su paridad al dólar estadounidense era frecuente escuchar a las personas hablar de dos pesos para referirse a un balboa o un dólar. Como dato curioso, en los “eventos de galleras” del interior de la República, especialmente durante las fiestas tradicionales de los pueblos, las apuestas suelen realizarse en pesos, con una tasa de cambio de dos pesos por dólar o balboa.

“La dolarización en Panamá es el último eslabón que concatena nuestra dependencia monetaria y económica con los Estados Unidos”.

En la actualidad, nuestra soberanía y el Canal de Panamá están siendo amenazados por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a través de un discurso lleno de mentiras, narrativas amenazantes e irrespetuosas, con un tono de intimidación que recuerda una política exterior neocolonialista. Este hecho es inadmisible, no podemos permitirlo, y genera inquietud en todo el país, llevándonos a un dilema nacional.

¿Está nuestra autodeterminación como país independiente y soberano por encima de cualquier temor a ser coaccionados económicamente? Por los vientos que soplan, podemos suponer que, al tener Panamá una posición digna y soberana sobre el tema en cuestión, podríamos ser objeto de coerciones y sanciones económicas relacionadas con las exportaciones y las transacciones monetarias, con la posible prohibición del uso del dólar y sus respectivas transacciones internacionales. Esto sería un duro golpe para la ya debilitada economía del país y afectaría gravemente a nuestro Centro Bancario Internacional.

“Como las sanciones carecen de la aplicación de una fuerza como la que dispone el ejército, son, en el mejor de los casos, un método indirecto para obligar al Estado sancionado a hacer la voluntad del otro. Aunque a lo largo de los años se ha escrito mucho sobre la eficacia de las sanciones económicas, todos coinciden en lo difícil que es aislar los efectos de estas sanciones provocadas por diferentes instrumentos de poder”, dice Mark E. Duckenfield en un artículo publicado en Military Review (la revista Profesional del Ejército de Estados Unidos) titulado ‘Sanciones económicas’ en su edición del segundo trimestre de 2023.

Incluso, toda esta situación generada por las pretensiones de los Estados Unidos sobre Panamá trae consigo consecuencias negativas, ahuyentando la inversión extranjera directa (IDE), que ya venía en franco declive.

Por lo antes expuesto, esta crisis que estamos viviendo nos lleva a realizar un análisis de un panorama económico sin el dólar, un escenario que quizás tengamos que enfrentar y que, hasta la fecha, poco se ha ventilado y profundizado.

La dolarización tiene sus ventajas y desventajas. No obstante, cuando se discute este tema en nuestro país es común observar banderías ideológicas antagónicas, por lo que no es nuestra intención inclinarnos por ninguna de ellas.

Comenzamos con las ventajas de la dolarización, a partir de la experiencia panameña. Durante más de 100 años, el dólar estadounidense ha sido la moneda de curso legal en Panamá, otorgándole al país una considerable estabilidad económica, mínimas fluctuaciones cambiarias y ayudando a mantener una baja inflación. Durante el periodo de 1960 a 2023, la tasa media de inflación fue de 2.6% anual, baja en comparación con otros países de la región, según se desprende de la página DatosMundial.com. El dólar ha otorgado una ventaja histórica en la búsqueda de la inversión extranjera directa, en facilitar el comercio internacional al reducir los costos y riesgos asociados al cambio de divisas. También le permitió al país desarrollar un robusto Sistema Bancario Internacional, a razón de un mejor acceso a los mercados financieros internacionales.

Desventaja de la dolarización: Una nación con este sistema monetario dependerá del superávit de la balanza comercial, de su capacidad de exportación de bienes y servicios, de los flujos de capital externo, de una eficiente recaudación fiscal y del endeudamiento del Estado, un factor recurrente en nuestro país y en constante aumento. La relación deuda/PIB cerró en un 61.6% a finales de 2024, con un alza del 5.2% respecto al año anterior.

Al no tener moneda propia ni un banco central, Panamá no puede implementar políticas monetarias para ajustar la tasa de interés, emitir dinero, devaluar su moneda para ganar competitividad en el corto plazo ni aplicar medidas expansivas en tiempos de crisis. Además, el país no se beneficia del señoreaje, el ingreso que obtiene un Estado al emitir su propia moneda.

Ante la ausencia de un banco central, no existe la figura del prestamista de última instancia, es decir, una entidad que otorgue crédito urgente cuando se han agotado todas las demás opciones, según la definición del Banco Central Europeo. En su lugar, el gobierno solo puede recurrir al endeudamiento interno y externo para financiar el déficit presupuestario, quedando a merced de los mercados financieros internacionales, que establecen los límites de endeudamiento y las tasas de interés, factores estrechamente ligados al grado de inversión del país.

En una economía dolarizada, para aumentar la competitividad de las empresas y reducir los costos de producción, es común la reducción de los salarios reales. En Panamá, el salario promedio a nivel nacional se ubicó en 735.4 dólares en agosto de 2023, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo.

Es importante mencionar que, tras más de 100 años de dolarización, el sector que ha experimentado mayor desarrollo y del cual depende gran parte de nuestra economía es el terciario (servicios y comercio). Sin embargo, este modelo económico ha debilitado los sectores productivos, como el primario (agricultura, ganadería, pesca, minería, entre otros) y el secundario (industria, manufactura, construcción), cuyo aporte al PIB es significativamente menor en comparación con el sector terciario. Estos sectores han perdido competitividad debido al alto costo de producción en dólares y a la ausencia de políticas monetarias que impulsen su desarrollo de manera efectiva.

La idea de un banco central de emisión, como el que tienen la mayoría de los países o asociaciones económicas y políticas, como la Unión Europea, no es nueva en Panamá. A lo largo de su historia, el país ha intentado sin éxito establecer uno en tres ocasiones: la Ley 45 del 18 de enero de 1911, bajo el gobierno conservador de Pablo Arosemena; la Ley 19 del 31 de enero de 1913, durante el primer gobierno liberal de Belisario Porras; y el Decreto 6 del 30 de septiembre de 1941, durante el gobierno de Arnulfo Arias Madrid.

Debemos recordar que en Panamá, durante la “Crisis de 1988-1989”, fuimos objeto de medidas coercitivas económicas impuestas por Estados Unidos. A continuación, mencionamos algunas de estas medidas, que evidencian nuestra vulnerabilidad por la dependencia monetaria:

-Congelamiento de los fondos pertenecientes al Banco Nacional de Panamá (BNP) en el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos y en otros bancos privados de ese país.

-Prohibición a los bancos establecidos en Estados Unidos de efectuar transferencias al BNP.

-Suspensión al Gobierno de Panamá de los pagos convenidos en los Tratados del Canal de Panamá, los cuales fueron depositados en una cuenta bloqueada.

-Orden a todas las dependencias oficiales norteamericanas, de presentar un inventario de las sumas adeudadas a Panamá para depositarlas en una cuenta bloqueada.

Estas medidas en contra de Panamá ocasionaron el primer cierre bancario en la historia del país, desde el 3 de marzo hasta el 18 de abril de 1988, cuando se ordenó su reapertura. Esto trajo consigo efectos muy negativos en términos económicos. La dependencia del dólar hace que nuestra economía esté fuertemente vinculada a la economía de Estados Unidos, donde sus decisiones de política económica tienen un impacto directo en Panamá, limitando nuestra autonomía y soberanía monetaria.

La sociedad panameña debe ser consciente de la posibilidad de que se repitan acontecimientos similares a los de la crisis de 1988-1989. Sin duda, estamos en la agenda de Estados Unidos y no sabemos si llegarán a “cruzar la línea roja del Rubicón”. En esta confrontación diplomática, debe prevalecer la verdad y el respeto al derecho internacional. Los argumentos de Panamá son sólidos, respaldados por datos reales y hechos históricos. Recordemos: “Dato mata relato”. ¡La lucha es nacional!

El Ejecutivo debe ser lo más transparente posible al informar sobre lo acordado y los temas que aún se están discutiendo. Esta situación tiene, sin duda, la atención de todo el país.

El autor es economista con especialización en mercados internacionales.


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