El médico cubano Carlos J. Finlay, nació en 1833, hizo estudios básicos en Francia y se graduó en el Jefferson Medical College en Filadelfia en 1855. Desde 1881, basado en los descubrimientos de Manson, Laveran y Ross sobre la malaria, había efectuado publicaciones indicando posibles mecanismos de transmisión similares para la fiebre amarilla, esto es, a través de picaduras de insectos. Sin embargo, dicha teoría no había sido demostrada y existía mucho escepticismo en la ciencia médica sobre el tema. La enfermedad causaba estragos mundialmente, incluyendo en los Estados Unidos.
En 1900, durante el periodo de la ocupación militar norteamericana de Cuba tras la derrota de España, los oficiales médicos Walter Reed y James Carroll fueron destinados a La Habana con el fin de mejorar las condiciones sanitarias. Al grupo se integraron los doctores Arístides Agramonte y Jesse Lazear. Seguidamente, tomando en cuenta la elevada morbilidad y mortalidad entre las tropas debido a dicha enfermedad, se procedió a investigar su origen, en especial, la validez de la hipótesis de Finlay; y bajo un atrevido esquema experimental ideado por Reed, los dos últimos médicos mencionados se ofrecieron como voluntarios y permitieron recibir múltiples picaduras de mosquitos mientras convivían en áreas comunes con los hospitalizados. Ambos se infectaron, se enfermaron y se agravaron. Agramonte sobrevivió, Lazear agonizó y murió.
Pero es importante mencionar que este difícil proceso de validación de los postulados del sabio médico cubano fue mucho más amplio, ya que la misma experiencia incluyó seguidamente a una veintena de voluntarios, enfermeras y soldados norteamericanos y cubanos, algunos de los cuales también fallecieron. Una vez establecida la génesis de la enfermedad, se identificó en forma precisa al insecto transmisor, el Aedes aegypti, y la forma de combatirlo. Nuestro tributo a todos estos valerosos héroes, activos participantes en esta “espléndida proeza científica de enorme valor para la humanidad”.
Poco después y ya conocidos los mecanismos de reproducción del mosquito, el Dr. William C. Gorgas, nacido en 1855 y graduado en 1879, médico militar altamente conocedor de la enfermedad, quien laboraba en Camagüey, fue trasladado a La Habana y se hizo cargo de la salud pública. Bajo su atinada dirección, las medidas de prevención dirigidas contra el insecto se aplicaron con prontitud y con excelentes resultados.
En 1904, Gorgas formó parte del primer grupo de oficiales que llegaron a Panamá para dar inicio a la construcción del Canal. Y hacia mediados de 1906 ya había replicado el éxito en nuestro suelo. No fue fácil: a principios de 1905 le tocó enfrentar un nuevo brote de la temida enfermedad, el cual afectó en particular a los recién llegados provenientes del norte, una población con poca inmunidad: hubo docenas de casos y varias defunciones entre los nuevos empleados administrativos. Esto tuvo como consecuencia el pánico, las renuncias y el rápido retorno de cerca de 500 norteamericanos a su país. La obra quedó casi paralizada por varios meses. Lastimosamente, durante 1904 y 1905, las costosas labores de saneamiento no habían sido respaldadas por el primer director, el escéptico ingeniero Wallace, pero tras la llegada y el decidido apoyo del segundo director, John F. Stevens, la vigorosa campaña de erradicación se extendió por las ciudades de Panamá, Colón y los poblados del área canalera. Al mando de hasta 3000 personas, regando aceite sobre charcos, removiendo malezas cercanas a las comunidades, inspeccionando viviendas, colocando redes metálicas en las ventanas y gracias al suministro de agua corriente mediante la construcción de acueductos, Gorgas logró en pocos meses neutralizar al Aedes aegypti, eliminar la fiebre amarilla y reducir los casos de malaria. Se caracterizó además por su excelente administración del resto de los servicios médico-hospitalarios, pese a que su relación con el tercer director, Goethals, no fue muy cordial.
El 11 de noviembre de 1905 acudió a presenciar la autopsia de una reciente víctima de la enfermedad y comentó a los colegas presentes: “... este es el último caso, observen y recuerden bien estos hallazgos patológicos porque no los volverán a ver nunca más...”.
Gorgas permaneció en la Zona del Canal por más de 9 años como director de la división de salud; fue ascendido, llegó a alcanzar el cargo de Surgeon General y comandó los servicios médicos del ejército norteamericano durante la Primera Guerra Mundial. Su tenacidad y desempeño fueron factores importantísimos para el éxito de la construcción del canal. A pesar de ser originario de un estado del sur e hijo de un general del ejército confederado, es recordado como persona educada, accesible y sensible. Pudo apreciar nuestra cultura y se interesó por nuestro legado histórico. Uno de sus entretenimientos favoritos era organizar cabalgatas hacia las ruinas de Panamá Viejo. Nuestro prestigioso instituto de investigación de medicina tropical lleva su nombre.
Con respecto al otro héroe, el Dr. Carlos J. Finlay fue reconocido y honrado: asistió como el invitado de honor al Cuarto Congreso Médico Panamericano, celebrado en Panamá e inaugurado por el entonces presidente, Dr. Manuel Amador Guerrero. El discurso inicial estuvo a cargo del Dr. Gorgas, quien detalló el proceso de saneamiento que se iniciaba en ese entonces. Finlay hizo otras contribuciones importantes a la ciencia médica en relación a tétanos, cólera y filariasis. Murió en el año 1915. Un busto de bronce en su memoria engalana el patio de la Facultad de Medicina de nuestra primera universidad.
Como nota curiosa, mencionamos a tres personajes importantes en nuestra historia que en algún momento llegaron a contraer y superar la fiebre amarilla, desarrollando inmunidad natural: Totten (ferrocarril), Bunau-Varilla (canal francés) y el mismo Gorgas.
La vacuna contra la fiebre amarilla fue desarrollada a partir de la tercera década del siglo pasado por el virólogo sudafricano Max Theiler, a quien se otorgó el Premio Nobel de Medicina en el año 1951. Se ofrece en forma gratuita a nivel mundial, incluyendo en Panamá. Por muchos años fue parte del esquema básico de inmunizaciones. Sigue siendo aconsejable. La vacunación es efectiva, bien tolerada y es válida por 10 años. En algunos países aún es exigida como requisito de ingreso. Localmente es administrada en una sede del Ministerio de Salud. La enfermedad persiste en África. En 1948 hubo dudas sobre un posible brote en nuestro medio. Debemos estar alertas, ya que con el paso de los años nuestra inmunidad comunitaria puede haber descendido. No olvidemos que la fiebre amarilla es transmitida por el mismo mosquito “casero” patimanchado del virus del dengue...

