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La firma de un pacto implica más que promesas

Este mes participé como testigo de la firma del Pacto por los Derechos Humanos de las Personas Mayores en el que, por primera vez, los candidatos al solio presidencial se comprometieron públicamente con el desarrollo de una política de Estado en beneficio de una población que representa el 14% del padrón electoral. No obstante, es irónico constatar que justo en 2025 se cumplirá una década desde que Panamá ignora los derechos de las personas mayores al no ratificar la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Como cada quinquenio, aquellos que aspiran a gobernar desde el Palacio de las Garzas, aparecen con propuestas esperanzadoras con el único objetivo de conseguir el voto, sin dar la impresión de una comprensión de las circunstancias específicas del envejecimiento de la población.

Si bien, envejecer es un fenómeno universal, sus manifestaciones e impactos pueden variar significativamente entre las diferentes regiones del mundo. La mayoría de la investigación sobre el envejecimiento cognitivo y funcional se ha realizado en entornos de altos ingresos, principalmente en América del Norte y Europa occidental, y a menudo se han ignorado las diversas poblaciones y los factores de riesgo específicos presentes en los países de América Latina y el Caribe. Por lo tanto, los resultados obtenidos en países de altos ingresos pueden no captar las complejidades del envejecimiento en los países de nuestra región, incluidos los factores culturales, ambientales y socioeconómicos, variables determinantes y directamente asociadas a los resultados de la salud en la vejez.

Uno de los problemas más apremiantes relacionados con el envejecimiento en Latinoamérica es el progresivo aumento de los casos de demencia. La prevalencia de la demencia en la región ronda actualmente el 8.5-10.6%, una cifra que se duplicará para 2050, según las proyecciones científicas. En Panamá habrá un aumento en el número de casos de demencia de aproximadamente 270% entre 2019 y 2050. Esto quiere decir que de 26,500 casos pasaremos a 99,000. Este porcentaje es similar a los países con índice sociodemográfico (IDE) medio-bajo, pero mayor a la región de Centroamérica (239%). El IDE es un indicador compuesto de la tasa total de fertilidad, los años medios de educación en personas mayores de 15 años y el ingreso per cápita. Estas proyecciones ponen de relieve la necesidad de tomar medidas urgentes para abordar los desafíos del envejecimiento en el país.

Además de la demencia, existen varios otros factores que influyen de forma clara en el proceso de envejecimiento, ya sea saludable o no saludable, incluidos factores demográficos como la edad y el sexo, factores sociales como la educación, la posición socioeconómica y el apoyo social (conocidos como determinantes sociales de la salud), factores de salud como la diabetes e hipertensión, factores de la salud mental, y factores asociados al estilo de vida como el consumo de alcohol, el tabaquismo y la actividad física.

Con la excepción de la edad y el sexo, todos estos se consideran factores de riesgo de demencia potencialmente modificables, es decir, que se pueden controlar o cambiar. Sin embargo, su importancia relativa respecto al riesgo para la demencia varía entre regiones de mayor o menor desarrollo social.

Estudios realizados por la Comisión Lancet sobre Prevención, Intervención y Atención de la Demencia encontraron que, aunque múltiples factores no modificables y modificables contribuyen al envejecimiento saludable y patológico en todos los países, en Latinoamérica existe una contribución significativamente mayor de los determinantes sociales de la salud comparado con otras regiones.

En países de la región latinoamericana, donde la carga de las desigualdades socioeconómicas y de género es mayor que en los países de altos ingresos, la prevalencia de la demencia también es mayor y la aparición de la enfermedad es más temprana, especialmente entre las mujeres.

Asimismo, un estudio reciente que incluyó datos de países de ingresos mediano bajo (Colombia y Ecuador), mediano alto (Costa Rica), y alto (Chile y Uruguay), mostró que los factores relacionados con la disparidad social y barreras para estilos de vida saludables, incluyendo la salud mental y oportunidades para el desarrollo integral y social, estaban más estrechamente asociados con el envejecimiento patológico que los factores no modificables como la edad y el sexo.

Estos hallazgos sugieren que las intervenciones para promover el envejecimiento saludable deben abordar tanto los factores de riesgo modificables relacionados con enfermedades crónicas, como las disparidades sociales que limitan el acceso a oportunidades de llevar adelante un estilo de vida con actividad física, mental y social.

Comprender las complejidades del envejecimiento es crucial para desarrollar estrategias efectivas que promuevan un envejecimiento saludable y mejoren la calidad de vida de las personas mayores en Panamá. En este sentido, el próximo gobierno deberá ir mucho más allá que las promesas de mayores subsidios. Abordar los desafíos y factores de riesgo únicos es fundamental para construir una sociedad inclusiva y amigable para todas las personas, sin importar su edad.

La autora es investigadora científica en el Centro de Neurociencias del Indicasat AIP e integrante de Ciencia en Panamá.


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