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La imaginación educativa necesita ser supervisada con el código QR

La imaginación, es cierto, también forma parte de los cuentos. Y en ellos, de forma excepcional, hay entornos llenos de misterio, escenarios fantásticos, a veces absurdos. Lo fantástico, lo creativo, lo ilusorio, lo imaginativo son rasgos esperados de los buenos cuentos. Los personajes, el espacio, el tiempo, los animales y las cosas se entrelazan en movimiento —a veces sereno, a veces intenso— para que surja una historia tal vez muy ficticia, tal vez muy real, pero fascinante. El lenguaje es el apropiado para los personajes; estos son lo suficientemente imaginativos porque las situaciones son tan ficticias como creíbles. La trama se desarrolla pausadamente, pero su desenlace es impactante. Y la voz de quien narra empuja, pero no interfiere. Nos comunica, por ejemplo: “huelga indefinida de los docentes panameños en todo el país”.

En breve, esto es lo que esperamos de los buenos cuentos: una verdadera y grata travesía. Pero en estos momentos salta la gran duda, porque se nos prometió una travesía inesperada. ¿Dónde está ese elemento no esperado? Está a la deriva.

Hoy

Atrapada por las redes sociales desde temprano, encendí el televisor justo en el momento en que se interrumpía el programa de entretenimiento Jelou. En la pantalla estaban el presidente José Raúl Mulino Quintero y las ministras de Educación y de Trabajo, respectivamente. Casi al unísono, apareció un mensaje que erizó mis pensamientos, los mismos que me han acompañado desde que me gradué en la Universidad de Panamá como profesora de Español y, más tarde, con mucho esfuerzo, estudié Fonoaudiología en Ciudad de México.

Leamos:

“La gente se asusta por un mes cin claces,..en el 2006 estubimos cin claces y no nos hafecto en nada”.

Desde la niñez, todos hemos escuchado nuestro nombre arrancándonos con dulzura de la pesadilla sin fin. También hemos sentido esa lava que chorrea de nuestro pecho enojado, lleno de coraje, cuando los cuentos se convierten en realidad durante las huelgas callejeras. Sabemos que la vida cotidiana adquiere un horizonte distinto en solo sesenta minutos. A lo lejos, escucharemos la misma voz contundente que retumba en un inmenso eslabón de cadenas humanas gritando: unidad, unidad. Y por otro lado, las tamboreras. Son los educadores. Y están organizándose para “tumbar al gobierno de turno”. No es cuento. Ni son pesadillas. Ni es lo que estamos imaginando, pero es la realidad: no hay clases. Las aulas están vacías.

Por ello, mi artículo hoy se dirige hacia la tecnología y el docente, ya que el discente sí tiene opciones: estudiar en un sitio donde haya internet, acceder a clases virtuales, luego clases híbridas. ¿Y qué se aprendió? Casi nada.

En una ocasión, por el mismo motivo de las huelgas gremialistas, escribí un artículo titulado: “Sin estudiantes no hay escuelas”, y mi triste realidad hoy es que ese mensaje quedó obsoleto. “Son otros tiempos, querida profesora”, pensé. ¿Y qué hay opcionalmente? El código QR… Ah, “pienso, luego existo”. Creo que este podría ser un buen instrumento para supervisar al docente ambulatorio y callejero que está en la procesión, repicando por su salario, y no en el aula de clases. La inteligencia artificial, pienso, es la solución, y el código QR es parte de ella. Podría usarse con el discente y, tal vez, junto a otras herramientas tecnológicas.

La supervisión es importantísima, imperativa y necesaria. Nosotros, los viejos educadores, la teníamos. El supervisor improvisaba y se sentaba atrás, en la última silla, calladito, evaluándonos y haciendo sus respectivas observaciones. Luego, en el salón de profesores, nos reunía uno por uno, reconociendo que “cada maestrito tiene su librito para enseñar”, y fue siempre un gran asesor. Hasta le solicitábamos que nos aclarara dudas. (Recuerdo al profesor Erick Ramírez, gran colega y supervisor de la asignatura Español). Asignatura que parece fácil, pero que aún hoy muchos estudiantes subestiman o califican de aburrida. Por eso la reprueban.

Los padres de familia, en cada escuela, tienen un club. Nosotros les hacemos sugerencias tecnológicas al sistema para que se cumpla el plan de trabajo anual que cada docente ha confeccionado, a fin de que el alumnado no pierda la continuidad de sus aprendizajes. Si los padres de familia temen enviar a sus hijos a la escuela, deben poder ser insertados e involucrados en el proceso a través de la inteligencia artificial.

En educación necesitamos una imaginación supervisada, porque las pancartas aparecen en nuestros celulares sin tener que marchar en las calles. Sugiero el código QR, porque creo que con él se puede lograr una supervisión más expedita, dándonos los ingredientes de los contenidos curriculares y también el procedimiento a seguir, con evidencias instantáneas.

La autora es educadora.


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