Panamá está viviendo una época de inflación mal entendida. Este artículo usará de enfoque el nivel de precios de los productos de consumo alimenticio como protagonista. Por mucho tiempo hemos vivido ajenos a una realidad que tiene un impacto severo en otros países, pero esto al fin nos está alcanzando (con un impacto bastante moderado).
Desde 2015, el panameño no veía tasas de inflación superiores al 1%, por lo que la percepción del actual aumento del nivel de precios se visualiza caótica, cuando en 2008,la inflación llegó a ser del 8.8% y los siguientes años osciló entre el 2% y el 5%, hasta 2014. ¿Qué otra variable muestra una tendencia similar al aumento de la inflación durante este periodo? El crecimiento del PIB de Panamá, el cual llegó a crecer a tasas de hasta el 12%.
La inflación en Panamá es influenciada por múltiples factores, como el crecimiento económico, la oferta y demanda de bienes y servicios, los precios internacionales de productos importados, la tasa de cambio del dólar, la política económica del país y los precios de productos básicos. Pero, ¿cómo el ciudadano de a pie puede tomar decisiones con esta información?
Lo más importante para el lector será el efecto de la oferta/demanda. La oferta/demanda de productos es un factor relevante en el nivel de precios de Panamá. Hagamos contexto: El Gobierno de Panamá ha incidido en dos políticas fiscales expansionistas para la economía: el subsidio a la gasolina (que es más un corte de impuestos a esta) y el bono solidario. Con el primero se está creando un escenario en el que los costos energéticos (la base de costos de cualquier individuo) se mantengan fijos, llevándolo a poder gastar más dinero en otras cosas. Y por otro lado, se está inyectando millones de dólares al consumo de los panameños. Esto lo que hace es aumentar el consumo sin aumentar la producción, lo que lleva a un aumento de precios.
Lo que ha hecho el Gobierno ha sido endeudarse para realizar transferencias a la población. Esto ha aumentado la masa de dinero de la economía. El problema yace en que esta circulación de dinero no es orgánica, sino forzada. Aquí es donde viene el papel del ciudadano de a pie consciente. ¡Deja de pagar esa orden de patacones a $8! El consumo de productos se convierte en una señal para los negocios de que ese producto está a buen precio. Si normalizamos el consumo de cualquier cosa que está fuera de un rango normal de precio solo estamos diciéndole al mercado que el precio está correcto.
Pongo este ejemplo: un día vas al súper y tu six pack de cerveza favorita pasó de costar $4 a $6. Tú decides comprarla porque es tu plata y para algo trabajas, al fin y al cabo, es tu cerveza favorita. En dos meses ya no estará en $6, sino que estará en $8… y vuelves a mantener tu hábito de consumo. Terminas convirtiendo un producto común de tu dieta en un producto de lujo al que ya no puedes acceder con normalidad.
Es difícil evitar el consumo de aquellos productos imprescindibles para vivir. Es duro y nos afecta física y mentalmente. Por lo tanto, tenemos que aprender a decidir entre aquellas cosas que no son relevantes y, además, mantener un consumo responsable de productos, principalmente si estamos en una posición privilegiada.
Mientras más compren algo, más subirá su precio si no hay mayor producción. Hay que tomar esto en cuenta.
El autor es miembro de la Fundación Libertad y estudiante de la maestría de análisis económico de QLU/Universidad de Chile

