Panamá enfrenta un momento de extrema gravedad. Lo que ocurre en la provincia de Bocas del Toro ha dejado de ser una protesta legítima para convertirse en una insurrección contra los poderes constitucionales. No estamos ante una huelga ni una simple manifestación. Estamos frente a una embestida que busca socavar los pilares de la institucionalidad, sembrar el caos y destruir la estabilidad nacional.
Los bloqueos prolongados, los actos de vandalismo, la violencia contra ciudadanos inocentes y la paralización forzada de la vida económica y social de una región entera constituyen acciones criminales que no pueden ser toleradas ni disfrazadas de derechos ciudadanos.
Nuestra Constitución es clara:
- Artículo 2: El poder público sólo emana del pueblo y se ejerce conforme al marco constitucional. Nadie puede suplantarlo.
- Artículo 17: Las autoridades están instituidas para proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos. Hoy, miles de panameños en Bocas están indefensos.
- Artículo 38: El derecho de reunión es pacífico y sin armas. La violencia es inadmisible.
- Artículo 310: La Policía Nacional tiene el deber de garantizar el orden público y proteger a la población.
El país no puede ser rehén de grupos minoritarios que, con fines políticos o ideológicos, han abandonado el diálogo y optado por la intimidación, el sabotaje económico y la desobediencia civil violenta. Tampoco podemos ignorar que detrás de estos hechos se mueven intereses oscuros, que buscan desestabilizar al país desde dentro, atentando contra la democracia.
En defensa de la institucionalidad y del presidente de la República
Es momento de cerrar filas en defensa de la democracia, de las leyes y del orden público. El pueblo panameño necesita autoridad moral y decisión política. Por ello, expreso mi apoyo total e irrestricto al presidente de la República, quien tiene la responsabilidad constitucional de restablecer el orden, proteger a la población y garantizar que la República no ceda ante el chantaje de la anarquía.
La historia ha sido testigo de cómo la debilidad ante la insurrección ha sido el preludio de la caída de las repúblicas. No permitamos que eso ocurra en Panamá. Hoy más que nunca, la firmeza es un acto de patriotismo.
El autor es exdirector de La Prensa y empresario.

