La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer nuestras emociones y las de otros, gestionándolas adecuadamente en diversos ambientes. Este control o descontrol tiene un fundamento neurolingüístico que explicaremos a continuación.
El cerebro recibe la información por las vías sensoriales, cuyas señales son percibidas por el tallo encefálico, que se comunica con el neocórtex, y este con los lóbulos prefrontales para comprender y organizar los estímulos. Posteriormente, analiza la información antes de enviarla al sistema límbico, donde se distribuyen señales al resto del cuerpo para ser expresadas en una respuesta corporal, gestual, verbal o signada.
A lo largo de la vía neuronal que comunica el tálamo hasta el neocórtex, existe una vía más corta que permite recibir la información de manera más rápida y directa en la amígdala antes de que llegue al neocórtex.
En esta vía secundaria, la información que viene del exterior no se analiza ni se organiza; más bien, la amígdala secreta hormonas que determinan nuestro comportamiento. A este proceso se le denomina “secuestro de la amígdala”. La amígdala es la encargada de los recuerdos y, cuando recibe un estímulo del tálamo, inmediatamente asocia la información no procesada con los recuerdos de la infancia, expresando respuestas sin pensar cuando existe un desequilibrio emocional.
Cuando la asociación que ocurre es negativa, las respuestas se manifiestan en gritos, histeria, llantos, agresión corporal, y la adopción de estados emocionales incontrolables que destruyen relaciones interpersonales y afectan los ambientes escolares, laborales y familiares. En los peores casos, esto puede causar una tragedia como el suicidio o el homicidio.
Todo ser humano puede manejar factores externos negativos si posee un alto grado de inteligencia emocional. Para lograrlo, no es necesario ser un cínico o un falso, solamente se debe conocer cómo ser la mejor versión de nosotros mismos en ambientes adversos. Realizar ejercicios mentales antes de expresarnos nos permitirá mantener la cordura.
Ejercicios mentales antes de responder:
Soy un ser racional con un alto nivel de conciencia, que piensa antes de actuar. El nivel de frecuencia de una persona promedio es de 250 hercios (Hz), pero debemos aspirar siempre a tenerla en 500 Hz para poder desarrollar un alto grado de inteligencia emocional y transmitir armonía positiva.
Ser consciente de que de la abundancia del corazón habla la boca. Esto significa que si el corazón está lleno de alegría y amor, eso será lo que se transmita; de lo contrario, solo habrá ofensas. Por esta razón, una persona que ofende y habla mal de otro está sufriendo o ha convertido esta actitud en un hábito, ya que no es feliz.
La blanda respuesta calma la ira: Sin ser falso, reflexionar sobre cómo respondería a comentarios negativos o tóxicos.
Cómo actuar frente a situaciones adversas:
Escuche atentamente.
Observe con respeto a quien opina negativamente.
Si la expresión de la otra persona se vuelve demasiado ofensiva, haga una pausa: a. Solicite al agresor verbal que se detenga .b. O simplemente pida permiso y exprese que no está de acuerdo con la manera en que se está expresando, retirándose de manera tranquila.
Recuerde siempre que la persona que agrede está sufriendo por alguna situación y que, para lograr una comunicación efectiva, es necesario elevar nuestra frecuencia antes de responder.
Como especialista en el arte de abordar a las personas sordas desde su infancia, considero vital enfatizar en la importancia de conocer que las personas sordas, ante la falta de un sistema lingüístico en las primeras etapas de la vida, crean niveles de estrés que reducen la función del lóbulo frontal. En los casos más severos, este estrés puede incluso inhabilitarlo, dejándolos en un estado de respuesta automática ante estímulos, lo que conlleva a conductas antisociales en ambientes familiares, educativos y laborales.
Las personas sordas con un alto grado de habilidades bilingües estarán más dispuestas a socializar, integrarse a la sociedad y ser conscientes de sus responsabilidades como ciudadanos.
¿Qué hacer en caso de contar con un niño, joven o adulto sordo en un ambiente familiar, escolar o laboral para evitar conductas antisociales?
Asegúrese de que haya un sistema lingüístico donde fluya la comunicación de manera efectiva y se comuniquen los roles y responsabilidades.
Si no conoce la lengua de señas, tome un curso y fomente ambientes agradables y de equidad comunicativa.
Trate con respeto y amor a los niños, jóvenes y adultos sordos. Sin falsedad; ellos perciben fácilmente las intenciones deshonestas.
La autora es especialista en la educación del sordo.


