En toda transformación, lo primero que aparece es el temor. Muchos transportistas, tanto de carga como de pasajeros, piensan que la llegada del tren o del metro reducirá sus ingresos. Pero la experiencia internacional demuestra lo contrario: cuando se moderniza el sistema de movilidad, gana el país entero. Los transportistas no pierden trabajo, lo multiplican.
Ni el barco, ni el avión, ni el metro, ni el tren llevan al pasajero o la carga a su destino final. Esa es la función del transporte terrestre, que se convierte en el conector esencial del sistema. Con mayor frecuencia de viajes, recorridos más cortos y mejores ingresos, los transportistas se vuelven protagonistas de una nueva etapa económica y urbana.
“El tren no sustituye al transporte terrestre, lo necesita.”
La llegada del tren o el metro obliga a reorganizar el sistema terrestre. Ya no se trata de recorrer largas distancias, sino de hacer viajes más cortos, más frecuentes y más rentables. Menos desgaste de los vehículos, más rotación de pasajeros y carga, y un mejor aprovechamiento del tiempo.
Este cambio convierte al transportista en el conector de la última milla: el que entrega a domicilio, el que recoge desde la estación, el que mantiene viva la circulación urbana. En este nuevo modelo, todos los modos de transporte se complementan y se fortalecen mutuamente.
En España, la expansión del tren de alta velocidad creó cientos de nuevas rutas cortas de autobuses y taxis que alimentan las estaciones. En Japón, cada estación de tren es un núcleo de actividad económica: surgen comercios, restaurantes y barrios residenciales. En Chile, la integración del metro con el sistema de buses multiplicó los ingresos de los transportistas que operan rutas cortas y frecuentes.
“Donde hay estaciones, hay vida. Donde hay movilidad, hay crecimiento.”
La movilidad moderna revaloriza las propiedades. Los terrenos cercanos a las estaciones o paradas adquieren nuevo valor. Nacen barrios, centros comerciales, proyectos de vivienda, escuelas y servicios. El transporte deja de ser un problema para convertirse en motor de desarrollo y bienestar.
Panamá está ante una oportunidad histórica: transformar su sistema de transporte en un modelo integrado, eficiente y humano. El tren y el metro son solo el comienzo de una nueva manera de vivir la ciudad. Más orden, menos tiempo perdido, más prosperidad compartida.
Moverse mejor no es solo llegar más rápido: es vivir mejor.
El autor es exdirector de La Prensa.

