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La política internacional en el Mundial 2022

En los próximos días se dará inicio al Mundial de Fútbol 2022 a celebrarse en Catar, el cual, como todo evento deportivo en la historia reciente, no estará exento de la polémica política y de fundados cuestionamientos por parte de la opinión pública internacional. En particular, mucho se ha increpado sobre las condiciones laborales de explotación a las que han sido sometidos los trabajadores migrantes de Bangladesh, India, Pakistán, Sri Lanka y Nepal, empleados para la construcción de las obras de infraestructura y su costo humano sobreviniente (se estima que cerca de 6,500 han fallecido).

Un reporte reciente de Amnistía Internacional se refiere a las altas comisiones que estos trabajadores migrantes se han visto obligados a pagar a sus agentes de contratación, las terribles condiciones de vida a las que fueron sometidos, las mentiras sobre sus salarios y su pago tardío, y las restricciones de movilidad de las que son objeto (no pueden dejar los estadios o los campos en donde se hospedan), incluso para dejar el país (los empleadores, en ocasiones, confiscaron pasaportes) o cambiar de trabajo. Estas y otras condiciones, aunadas a las amenazas proferidas por los empleadores, condujeron a algunas ONG a argumentar que estamos ante esquemas de trabajo forzado.

Lo anterior, en conjunto con las serias preocupaciones sobre los derechos de la mujer y de la comunidad LGBTIQ+ en Catar, así como el impacto ambiental de los aires acondicionados en todos los estadios, han llevado a que en los últimos días seamos testigos de protestas de fanáticos del deporte en Alemania, Francia y España, llamando a un boicot del mundial, con algunas ciudades francesas llegando, incluso, a no organizar los denominados “fan zones”. Esto también debe analizarse a la luz de las investigaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos sobre un posible esquema de sobornos para asegurar los votos que ulteriormente le darían la sede del mundial a Catar. Sin duda alguna, todos estos cuestionamientos, preocupaciones y escándalos le darán un color muy peculiar a la justa mundialista, pero la polémica también se trasladará a la cancha con algunos partidos con tintes políticos muy interesantes.

En el mundial 2022 vamos a revivir el duelo Suiza-Serbia de 2018, en donde los suizos-albanokosovares Xhaka y Shaqiri celebraron los goles de Suiza emulando el águila bicéfala que adorna la bandera albana. Precisamente Xhaka, Shaqiri y el suizo-bosnio Seferovic buscarán repetir la hazaña de 2018 y vencer al equipo serbio (para un contexto más amplio de ese partido y la historia detrás de él, ver “La política internacional en el Mundial 2018″, por Alonso E. Illueca).

El partido Estados Unidos-Irán de 2022 evocará a la memoria el duelo entre ambas selecciones nacionales en el Mundial de Francia de 1998, en el que Irán sorprendió al mundo y derrotó al seleccionado estadounidense 2-1. Para ese entonces, ambos equipos ya estaban eliminados, pero el partido no estuvo exento de cobertura mediática y política.

Coincidentemente, luego de ese partido se dio un reacercamiento diplomático entre ambas naciones, denominado por algunos como una “mini détente”, incluyendo una reunión entre la secretaria de Estado estadounidense Albright y el viceministro de Asuntos Exteriores iraní (la reunión bilateral de más alto nivel desde la revolución de 1979), y el levantamiento por parte de Estados Unidos de algunas sanciones. El partido de 2022 ofrecerá una oportunidad interesante para un acto conjunto de ambos equipos, similar a la foto colectiva que se tomaron los equipos en 1998, pero con un propósito distinto. En 1998, la foto fue un acto simbólico para demostrar que el fútbol estaba por encima de la política. En este caso, buscarían demostrar todo lo contrario: que los jugadores de dos naciones consideradas rivales geopolíticos no son indiferentes a las justas reivindicaciones que el pueblo iraní está exigiendo en las calles. El equipo estadounidense ya ha anunciado que piensan mostrar su solidaridad con las mujeres iranís, pero todavía no han especificado cómo lo harán. Ojalá estos dos equipos le regalen al mundo un poderoso mensaje conjunto de unidad y solidaridad contra la opresión ante una audiencia de cientos de millones de personas.

El fútbol y los deportes en general no pueden evitar a la política internacional. La exclusión de Rusia del mundial 2022 por la ilegal e injusta guerra de agresión contra Ucrania es un buen ejemplo, pero también lo son los llamados a un mea culpa de la FIFA por haberle otorgado la sede a Rusia en 2018, a pesar de Crimea, o la disposición de los clubes británicos de recibir por muchos años capital de oligarcas vinculados a Putin. Los llamados al boicot del mundial son igual de válidos que aquellos que se hicieron en su momento con los Juegos Olímpicos de invierno de Beijing de este año. Eventos deportivos de esta naturaleza y similares no son una panacea, pero sí un escenario idóneo y válido para plantear reivindicaciones justas y legítimas; en fin, cualquier ocasión es propicia para defender principios y valores comunes de la humanidad como la democracia, los derechos humanos y la transparencia.

El autor es abogado y profesor de derecho internacional.


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