La presencia china en Panamá es tan antigua como la propia formación del Estado panameño, y esto debieran saberlo los embajadores o enviados especiales, como el secretario de Estado de Estados Unidos, antes de proferir discursos descalificadores contra quien ha sido uno de los mejores socios comerciales de Panamá: la República Popular China.
Los chinos estuvieron presentes en la construcción del ferrocarril (1850), durante la fiebre del oro en California. También participaron en la construcción del canal francés (1880) y del canal llevado a cabo por los norteamericanos (1904). En Panamá, murieron más trabajadores chinos en esos megaproyectos que estadounidenses, contrario a lo que falsamente señala Donald Trump.
Existe un barrio chino —historia patria— en la avenida B, de donde surgieron muchas anécdotas y cuentos urbanos. Hoy día, muchos comercios mayoristas se han trasladado a otros sectores de la ciudad de Panamá y Colón, con mayor dinamismo e innovación comercial.
Contamos con una herencia gastronómica muy arraigada en los hogares panameños, siendo el chow mein quizá su platillo más emblemático, y el “mafá”, uno de los bocadillos de origen chino más populares.
Existe una generación significativa de descendientes de uniones entre chinos y panameños que formaron familias prolíficas y duraderas. Mis abuelos, por ejemplo, inmigraron desde la provincia de Cantón en busca de mejores días para sus hijos. Sus descendientes —todos— se unieron con panameños o panameñas, adoptando la idiosincrasia y cultura local, una situación que casi no se dio con otras etnias mucho más herméticas a la hora de mezclarse biológicamente.
No puedo hablar de intervenciones militares chinas en Centroamérica, pero sí puedo citar las diversas invasiones armadas que ha sufrido Panamá como consecuencia de una visión guerrerista y de poder por parte de Estados Unidos.
Califico la nueva gestión de Donald Trump como una de las más retrógradas y paranoicas que ha tenido Estados Unidos, ahora en su afán de demostrar que sigue siendo el policía del mundo. Un mundo que hace décadas dejó de ser bipolar y dio paso a diversas alianzas poderosas, tanto económica como militarmente.
Resulta irónico que el propio Estados Unidos importe de China una gran variedad de productos, por ser más baratos de adquirir que de fabricar localmente. Entre estos se incluyen instrumentos médicos, equipos de transmisión, computadoras, piezas para máquinas de oficina, baterías eléctricas, chips y microchips, incluso para sus sistemas de defensa.
En su discurso de llegada a nuestro istmo, el nuevo embajador de Estados Unidos, Kevin Marino, vino con el “hacha en la mano”, amenazando y descalificando a China en lugar de presentar una proclama de cooperación y apoyo en los mismos aspectos en los que China ya viene colaborando con nosotros desde hace años.
China tiende puentes en todo el mundo, mientras Estados Unidos continúa aferrado al esquema de identificar enemigos en un planeta que nos pertenece a todas las especies vivientes. Contrario a lo que afirma el nuevo embajador estadounidense —quien debiera leer primero nuestra historia—, China no es nuestro enemigo.
“De tal jefe, tales subalternos” parece ser la nueva dinámica de los emisarios que Estados Unidos envía. Todos desafiantes, como Donald Trump; todos considerando a Panamá como su “patio trasero”, sin respetar nuestro derecho a la autodeterminación ni nuestra neutralidad frente a los conflictos globales.
Lamentablemente, nos han tocado gobernantes en Panamá que prefieren bailar al son que les marcan desde la Casa Blanca, antes que actuar con identidad propia y en defensa de nuestra soberanía e intereses económicos. Panamá es libre de mantener relaciones comerciales con cualquier país, como lo hacen todas las naciones del mundo civilizado.
El autor es sociólogo y docente.
