Existe un grupo significativo de panameños(as) que prefiere, como se dice en el lenguaje cotidiano, “ver los toros desde la barrera”. Es un grupo conformado por personas de todas las gamas del ámbito socioeconómico, que gusta de la crítica pero se desliga tanto de la propuesta como de la protesta en las calles.
Es este mismo grupo el que, de la noche a la mañana, convierte a un héroe en villano, pero lo hace desde la comodidad de un entorno donde solo familiares o amigos muy cercanos comparten su punto de vista.
Se trata de un conglomerado de gente que no arriesga su anonimato y que rehúye las entrevistas o preguntas en la vía pública por temor a ser “vista” por alguien que considera adversario o una persona no confiable, capaz de sacarla de su mundo de “bajo perfil”. No son autocríticos y con facilidad dan por ciertos rumores o videos que circulan en las redes sociales.
Son los mismos panameños(as) que, desde su casa, en el parque o en las cantinas, hacen alarde de ser conocedores de política, filosofía y, ni hablar, de deporte. Cada vez que asisten a eventos importantes donde el fútbol es protagonista, aflora el “técnico” que llevan dentro, aprobando o desaprobando cualquier decisión que se tome en un partido.
Se quejan del alto costo de la vida y dicen conocer fórmulas para hacer que los precios en los supermercados bajen a niveles accesibles. Muchos de ellos hacen largas filas durante horas para comprar arroz que, según su “conocimiento”, les resulta más económico. Sin embargo, no escatiman en gastos para las clásicas parrandas de cumpleaños, Navidad, Año Nuevo o carnavales. Su frase favorita: “La cosa está dura, hermano”.
Los profesionales que pertenecen a los protestantes “cómodos” rehúyen el debate con personas que no son de su círculo íntimo y jamás responden con mensajes de voz en el celular, al que consideran un aparato solo para mirar, no para opinar.
Es posible que un número significativo de estos protestantes esté conformado por gente que se amolda rápidamente a los dictámenes de los gobiernos de turno, y que prefiere el sacrificio antes que arriesgarse a participar en protestas “callejeras”, pues desde pequeños aprendieron que es mejor no meterse en problemas.
Los protestantes “cómodos” no forman parte del grupo de manifestantes agremiados a los que el presidente José Raúl Mulino tildó de “cuatro gatos”. Son los panameños que ventilan su insatisfacción en bares y cantinas, muchas veces porque les resulta más placentero y menos riesgoso.
Su presencia, casi fantasmal, puede captarse en los sondeos de opinión, siempre que se sientan anónimos en sus respuestas, y sin lugar a dudas en los llamados “votos castigo”, que suelen darse a casi todos los candidatos que, en su momento, no llenaron sus expectativas —expectativas muchas veces teñidas de sentimentalismo, amasadas en las redes sociales.
El autor es sociólogo y docente.

