El mercado laboral panameño enfrenta enormes desafíos como el desempleo y la informalidad. Un conocimiento amplio de las posibles causas y consecuencias de estos problemas permitiría a los hacedores de política lograr un cambio real que conduzca a abrir un mercado que hoy por hoy parece atrofiado, generando más insatisfacción y frustración a cientos de panameños y extranjeros.
Lo primero es entender el mercado laboral, el cual, al igual que cualquier mercado, consta de oferta y demanda. En este caso, la oferta laboral está conformada por personas que están dispuestas a vender su tiempo a cambio de una remuneración, y la demanda laboral está conformada por empresarios que buscan pagar ese tiempo a cambio de obtener un bien o servicio en el futuro.
Es así como un mercado laboral no presentará síntomas (desempleo e informalidad) cuanto menos esté intervenido. A lo sumo, existirá un desempleo voluntario, basado en las decisiones de las personas en cuanto al costo de oportunidad, que en este caso es el salario.
Si los salarios que ofrece el mercado son más bajos que sus expectativas salariales o que el costo de oportunidad, que significa quedarse en su casa, las personas decidirán no buscar empleo. Adicionalmente, tendremos el desempleo friccional, que ocurre cuando aquellas personas que ya están dentro del mercado laboral cambian de trabajo, por lo que, por un corto periodo de tiempo, existirá desempleo.
Estas condiciones podrían darse en un mercado laboral realmente libre, donde oferta y demanda intercambien y lleguen a acuerdos mutuos libremente, sin intervención de un tercero, en este caso, del Estado.
Cuando los gobiernos intervienen por medio del Estado, creando leyes, regulaciones, proteccionismo o imponiendo control de precios (salario mínimo), generan distorsiones en los precios de la oferta laboral. Como los precios, como bien decía el economista Friedrich Hayek, son señales de coordinación entre oferta y demanda, esto termina creando desempleo involuntario y apareciendo la informalidad.
Cuando los costos de contratar a una persona son superiores a su productividad marginal, la demanda laboral no está dispuesta a contratarlo, generando así desempleo. Pero si, a su vez, esa persona no tiene una fuente de ingresos secundaria o ahorros para sostenerse hasta conseguir un empleo, se verá obligada a obtener ingresos de forma “subterránea” o en mercados informales.
Otra forma de entender el mercado laboral es a través de las expectativas de Lucas (1978). Si, en un mercado de incertidumbre, la oferta y la demanda no creen que puedan encontrar trabajo o trabajadores, y que los costos implícitos de hacerlo serán mayores que no hacerlo, simplemente decidirán no seguir buscando, causando así desempleo y el cierre de empresas.
Así, oferta y demanda tienen preferencias y expectativas diferentes hacia el futuro. Mientras unos buscan qué mercados serán más demandados y dónde podrán encontrar mejores remuneraciones, la demanda busca esas combinaciones de capital y trabajo que maximicen sus beneficios y minimicen sus costos. Esto solo se puede lograr en mercados laborales poco intervenidos, donde la incertidumbre y la asimetría de la información se minimicen, permitiendo así que las expectativas del mercado laboral sean favorables para los agentes que participan o quieren participar en dicho mercado.
El autor es miembro de la Fundación Libertad
