En Panamá, el debate legislativo actual sobre la atención médica 24/7 representa un intento loable por mejorar el sistema de salud. No obstante, esa ampliación de horarios solo tendrá sentido si se transforma el fondo del sistema: asegurar que los médicos y el personal sanitario estén plenamente dedicados al sector público, sin fragmentar sus responsabilidades, y que cuenten con las condiciones adecuadas para ejercer.
Hoy abundan las quejas ciudadanas de pacientes que, tras largas esperas, se sienten “mal atendidos” porque el médico “solo trabaja dos o tres horas al día”. Sin un régimen de dedicación exclusiva, muchos profesionales reparten su tiempo entre turnos públicos y consultas privadas, lo que reduce su compromiso real con el sistema estatal.
Países como Noruega han avanzado hacia la asignación de un médico permanente para cada ciudadano, con una organización municipal que garantiza disponibilidad real. En Costa Rica existe un régimen de dedicación exclusiva aplicado a médicos, enfermeras y demás profesionales que deciden trabajar únicamente en el sistema público a cambio de mejores salarios y estabilidad laboral. Este modelo ha permitido fortalecer la Caja Costarricense de Seguro Social y evitar, en gran medida, los conflictos de interés que tanto afectan a Panamá. La experiencia costarricense demuestra que no basta con extender horarios: se trata de establecer compromisos serios y sostenibles entre el Estado y su personal de salud.
Ahora bien, para que cualquier iniciativa sea efectiva, no basta con decretar un horario extendido ni con exigir dedicación exclusiva. Se debe garantizar suficiente recurso humano e insumos de trabajo. Hablar de atención 24/7 sin médicos, enfermeras, técnicos, medicamentos, equipos e infraestructura adecuados sería una promesa vacía que sobrecargaría aún más a un sistema ya fatigado.
Si Panamá busca no solo ampliar horarios sino también mejorar la calidad, debe asegurar salarios competitivos, cargas laborales razonables y dotar de insumos y equipos a cada centro de salud y hospital. En ese sentido, el régimen de dedicación exclusiva podría ser una palanca transformadora: fidelizaría al personal, reduciría los conflictos de interés y mejoraría la atención, pero solo si se acompaña de un fortalecimiento real del sistema.
La reforma tampoco puede limitarse a una lista de horarios. Se requiere un esfuerzo por dignificar la vocación del personal sanitario. Cuando los médicos distribuyen su jornada entre tres o cuatro lugares, no solo es injusto para el paciente: es éticamente insostenible. Se diluye su esfuerzo y se erosiona la calidad de la atención.
El riesgo es claro: la atención 24/7 sin exclusividad, recursos ni planificación puede convertirse en una ilusión contraproducente, que alarga jornadas sin mejorar el servicio. En cambio, si reducimos la dispersión laboral y ampliamos la dedicación al sector público con condiciones adecuadas, esa atención puede ser eficiente, empática y sostenible.
En el fondo, debatir atención continua sin priorizar quién, cómo y con qué recursos se atiende es como poner un candado en la puerta sin asegurar que haya alguien adentro que escuche.
A nivel global, los sistemas exitosos enseñan que la atención constante requiere confianza, profesionalidad, estabilidad institucional y dotación suficiente de recursos. El verdadero dilema no es si abrimos más horas, sino si vamos a contar con quienes las llenen con calidad, responsabilidad y vocación.
En resumen, o avanzamos hacia un modelo sostenible, con personal plenamente dedicado, recursos suficientes e insumos garantizados, o resignamos al sistema a una ampliación vacía de contenido. La reforma debe ser estructural: el servicio no solo debe abrir 24 horas, sino estar en manos de profesionales disponibles, motivados, equipados y comprometidos con el bienestar público.
La pregunta final es clara: ¿tiene Panamá la valentía de construir un sistema de salud comprometido en todos los sentidos, o seguirá extendiendo ventanas de atención con puertas cerradas por dentro?
El autor es terapeuta ocupacional y docente universitario.

