“L’amour est l’enfant de la liberté, jamais de la domination.”
Pienso que la ciencia que mejor puede describir la personalidad política del “dictador” es la psicología social. Porque el mandatario actual no es como es por simple temperamento o porque “yo soy así y punto”, como él y muchos despistados creen.
Por el contrario, aquellos impulsos que contribuyen a establecer las diferencias entre los caracteres de las personas —como el amor, el odio, el deseo de poder y el anhelo de sumisión— son resultantes del proceso social, no producto de una supuesta “naturaleza humana” fija.
De modo que las inclinaciones humanas más bellas, así como las más repugnantes, no forman parte de una naturaleza biológicamente dada, sino que resultan del proceso social que crea al ser humano. En otras palabras, la naturaleza del hombre, sus pasiones y angustias, son un producto cultural.
En consecuencia, la “soledad moral” que padece se debe a su falta de conexión con los valores, símbolos y normas de la sociedad —como la empatía, la solidaridad y la compasión—. Y, de todas las especies de soledad, la soledad moral es la más terrible. Aparecen los monstruos.
El sátrapa carece de autoconciencia, es decir, de la capacidad de tener conciencia de sí mismo como algo distinto de la naturaleza y de los demás individuos. A menos que su vida se apegue a algo —aunque no pertenezca plenamente a ello, como a la oligarquía, por ejemplo—, se sentirá como una ínfima partícula, un insecto en medio del baile de las gallinas, y terminará aplastado por la insignificancia de su individualidad.
Se trata de la contradicción entre su origen pequeño burgués de capas medias rurales y su relación profesional y política con sectores típicos de la rancia oligarquía panameña. El dictador es hechura política del poderoso y distinguido empresario don Sammy Lewis Galindo, en la fenecida entelequia política Solidaridad. Posteriormente, se une a otro grupo de ricos encabezados por el “outsider” de la oligarquía, Ricardo Martinelli, y finalmente, por obra de los factores reales de poder de la sociedad —no de la naturaleza humana—, termina como presidente de la República.
La expresión más clara de esa contradicción sociopsicológica se manifiesta en la dirección política del Estado: un campesino chiricano con cultura profesional comandando una recua de burgueses citadinos, millonarios y herederos de la oligarquía liberal del ancien régime, fundadores de la República mediatizada.
Ellos —los ministros oligarcas en el gobierno del dictador— no obedecen al tirano por convicción política o afinidad social, sino para acrecentar sus negocios.
En conclusión, el choque de factores psicológicos, económicos e ideológicos ha convertido al mandatario de la República en lo que es hoy: un dictador ausente, ciudadano o popular, y víctima —o rehén— de la soledad moral que lamentablemente lo acompaña.
¡Así de sencilla es la cosa!
El autor es abogado y analista político.
